Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Cunetas llenas de basura y jurando por Snoopy…

08/12/2019

¿Creen ustedes que son cosas distintas? Pues no se equivoquen, son caras del mismo poliedro, eso sí, ahora sostenible, que es lo más triste, porque significa que la baja estofa no terminará ni aunque atajemos el cambio climático.
Lo menos que se  podría pedir a la institución representativa de la soberanía popular es que cuidara los conceptos, y si no cuida las formas, al menos que use los conceptos en su  significado, no que cada cual use la palabra que quiera para expresar el concepto que le venga en gana como ocurre con las tomas de posesión de los cargos. Una mesa es una mesa. Se la pueden tirar a la cabeza, pueden usarla para cebarse e  incluso para dialogar, pero no se puede llamar botijo a la mesa ni mesa a las cortinas, porque acabaremos por no entendernos.
Jurar es poner a Dios por testigo, es una promesa de los creyentes y solo es eso, de tal forma que no se pude jurar ni por Snoopy, ni por las doce rosas, ni siquiera por la conciencia y honor del juramentando, porque jurar significa lo que significa y solo cabe decir: juro cumplir… no, juro por… porque eso no es jurar ni es nada. La promesa en cambio, como compromiso que asume el que promete, tampoco  debería ser por algo extraño  a él, porque entonces tampoco empeña nada personal en la promesa. Por eso está bien prometer por la conciencia y honor de quién jura.
Si el Parlamento fuera mínimamente respetuoso consigo mismo y con lo que representa, o debería representar, no debería admitir fórmulas que realmente no suponen compromiso alguno del parlamentario, con lo que supuestamente debe defender. No debería admitirlo porque lo que se hace realmente es no comprometerse y eso no es lo que exige la Ley. Obviamente pueden cambiar la ley y suprimir ese compromiso que ahora es necesario para ostentar el cargo. Es posible que, con el nivel actual, fuera suficiente con llegar al hemiciclo y decir: ‘buenas’… a lo que el presidente debería contestar: ‘buenas’ y sentarse o repanchigarse el parlamentario en su poltrona.
Viendo la toma de posesión de nuestros parlamentarios es imposible que no venga a la mente el estado de muchas de las cunetas de las carreteras, llenas de botes de bebidas, botellas de plástico e inmundicia, incluso algún sofá, taza de váter… La asociación de ideas es lógica: lo mismo que muchos depositan en  el campo, arrojándolo desde el coche, es lo que depositan en el Parlamento, arrojándolo desde las urnas.
Lo indignante de esta situación es que en ambos casos son minoría, aunque no pocos, los que actúan así y sin embargo consiguen parecer mayoría por la vil cobardía de la mayoría que se arredra ante estos desmanes y hacen que los indeseables parezcan muchos más de los que son.
La vergüenza que se pasa viendo estas cosas no nos la va a quitar nadie. Sin embargo es posible que a base de ver estos bochornosos y ridículos espectáculos empecemos a exigir, por respeto a nosotros mismos, que el decoro sea la norma de conducta  de quienes nos representan. Porque se pueden sostener las más diversas ideas con respeto. El problema es que hay veces que en lugar de ideas se defienden auténticos y  verdaderos  exabruptos.                 Así somos…