Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Lo que es y lo que no es

03/12/2020

¿De quién son las palabras con que nos comunicamos, expresamos pensamientos, inquietudes, enojos y sentimientos? Aunque la respuesta es obvia -son patrimonio de toda la comunidad hablante de una lengua-, la historia nos ha demostrado que quienes dominan su uso tienen ventaja sobre el resto de la colectividad. Por eso, porque son un recurso poderoso, es tan insistente el empeño de algunos por apoderarse de ellas.
Las palabras nos ayudan a conformar nuestra realidad, expresando tanto lo que es, como lo que no es. En ocasiones esa dualidad se presenta como antagónica. Cuando el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, hace un llamamiento público a la ‘izquierda patriótica’ para crear una alternativa a la ley Celaá, está deslizando, también, la idea de que en este país hay una izquierda no comprometida con la patria, trazando, así, una excluyente línea entre buenos y malos españoles.
En toda lengua hay vocablos nobles que definen conceptos superiores, plenos de sentimientos y emociones, que contribuyen a cohesionar a su respectiva comunidad. Patria es uno de ellos. Frente a quienes se arrogan la potestad de repartir carnés de buenos y malos patriotas, es obligado velar para que su reiteración en el uso negligente de estas voces, cuando no su descarado secuestro, no contribuya a devaluarlas, generando desafecto y fatiga por su torticero manejo.
Cada uno expresamos el orgullo de pertenencia a nuestra comunidad de forma diferente. Los sentimientos patrióticos personales no están tasados, ni compilados en una tabla estanca. Por ello, frente a grandilocuentes llamamientos como el de Casado, una joven futbolista gallega, Paula Dapena, nos ha dado una lección de patriotismo cívico, ese que defiende valores más allá de las prietas identidades nacionales, negándose a guardar un minuto de silencio en memoria de Maradona, considerando que, si por las víctimas de la violencia machista no se había realizado tal reconocimiento, ella no lo haría por “un violador, pedófilo, putero y maltratador”. La fotografía del momento, viéndola sentada de espaldas sobre el césped, a contracorriente, rodeada de compañeras en pie, reconforta a cuantos creemos que la lealtad con la patria es más que una pulserita en la muñeca o una enseña rojigualda en el balcón. Dignidad y coherencia personal, llamase al gesto de Paula.