Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Teruel existe

05/08/2020

Este verano está siendo realmente extraño. Todos los proyectos que hubiéramos podido hacer penden bajo la espada de Damocles del coronavirus. Los viajes a países lejanos se han debido cancelar y, a lo sumo, nos queda el ámbito nacional. Pero lo que es un problema, se puede convertir en una gran oportunidad. Aunque nuestro horizonte se haya empequeñecido, podemos descubrir, en la proximidad, lugares que, por un motivo u otro, hemos ido postergando, y que este año se nos ofrecen como una magnífica ocasión. En mi caso, Teruel.
Ha sido un descubrimiento extraordinario. Es cierto que las infraestructuras no son las mejores, y que la provincia requiere una buena inversión en ellas, pero, si no se se lleva prisa, el adentrarse por carreteras secundarias, detenerse en alguno de los hermosos pueblos, muchos de ellos testimonio desgarrador de esa España ‘vaciada’ de la que tanto se habla pero de la que verdaderamente no hay sincera preocupación, permite encontrar auténticas sorpresas. Los esbeltos campanarios, en ladrillo con caprichosas decoraciones, conforman un horizonte muy particular. Atravesar el Maestrazgo supone evocar las guerras carlistas del siglo XIX, mientras divisar Alcañiz, con su soberbia colegiata, nos recuerda la importancia de las órdenes militares medievales desde la mole del castillo calatravo, sede de la encomienda mayor que la orden tuvo en la Corona de Aragón. Valderrobres, catalogado como uno de los pueblos más bonitos de España, es un descubrimiento fascinante, mientras que Beceite, con la reserva natural del Parrizal, nos permite disfrutar de un entorno natural maravilloso. Sin olvidar dos enclaves imprescindibles. En primer lugar, la capital.
Teruel es quizá una de las capitales de provincia más pequeñas de España. Eso le da un aire peculiar, cercano. El mudéjar estalla aquí en todo su esplendor, desde la torre de San Martín hasta la Catedral de Santa María de Mediavilla, con su cimborrio, artesonado y campanario, pasando por la torre e iglesia de San Pedro y la torre del Salvador. Asimismo la leyenda nos rodea, con la historia de los amantes de Teruel, recogida por Tirso de Molina y Hartzenbusch; o podemos evocar nuestro más remoto pasado geológico en el centro paleontológico Dinópolis. Y aún queda el joyel, la pequeña y bellísima Albarracín, con un patrimonio histórico artístico de primera categoría, un entorno realmente espectacular, construida en un meandro y coronada por la Catedral del Salvador y el Alcázar.
Nada es querido, si no es  previamente conocido, afirmaba una sentencia filosófica medieval. España ofrece lugares extraordinarios, llenos de arte, de historia, de cultura. A veces, un erróneo cosmopolitismo, unos complejos sin fundamento o unos prejuicios llenos de falsedades, nos impiden reconocer esa rica realidad. Las limitaciones que nos ha impuesto la Covid-19 nos ofrecen una oportunidad única para redescubrir nuestro país, o sencillamente, para descubrirlo en profundidad. Recorrer nuestras tierras, conocer sus gentes, admirarse con su patrimonio, pueden ser la gran sorpresa de este verano.
Teruel existe. Vale la pena visitarlo.