Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Escribir es elegir

30/09/2022

Escribir es elegir. No siempre. A veces el escribir, el asunto, te elige. Escribir, una tarde de otoño de septiembre. Llovía hace un rato, suave, pero llovía. Quizá siga lloviendo. A mediodía he visto la primera aguanieve de la temporada. Muy pronto. Antes, los primeros milanos reales. Hace tiempo que sólo llevo la brújula del cielo, las estaciones por los pájaros, las águilas, las aves. Podría escribir también del Guadiana y sus ríos, aunque creo que ya lo hice hace tiempo. Ya me hago a la idea de que no lo veré jamás vivo. Cada día pienso en su esqueleto antes de Molemocho, en los campos de ceniza de sus ojos. Hace ya tiempo que en esta tierra dejaron de importar los ríos, porque sí que lo hicieron hasta un par de generaciones atrás. La operación de extirpación absoluta de la conexión del indígena con su tierra, funciona. El agua del Tajo llega a las Tablas. El agua del Tajo llena la tubería manchega. El agua del Tajo motor de desarrollo en una tierra donde sus ríos están muertos. ¿Cuándo dimos por válido que dieran por buena la aberración? ¿Cuándo aceptamos que los ríos no volverán, que tiene que ser así? Que así es.
Puedo escribir sobre el papamoscas cerrojillo que se ha parado en mi casa. Va para África, pronto cruzará el Sahara. Desde su percha del enebro me observa. De vez en cuando baja al camino y se lleva una oruga. Luego un pequeño vuelo y caza otro insecto. ¿Desde dónde vendrá? ¿Será capaz de sobrevivir a los gatos que le vigilan, al gavilán que cruza de anochecida? Le observan mi familia de mitos mientras pasan al bebedero. Miro al cielo, busco las primeras grullas. Vendrán con la luna de octubre. Puedo escribir de los arquitectos deconstructivistas, de la raya roja que se traza de los noventa para acá. Leo a Pecoraro, La Avenida, y observo cada mañana las periferias. Ya quizá todo vaya siendo periferia. Veo Las manos sobre la ciudad, de Francesco Rossi. ¿Cuántas manos hay sobre las ciudades? Analizo alzados y planos de Erich Mendelsohn. Compro de viejo el Jiménez Montoya, el mismo que usaba en Maestría a mediados de los ochenta. Podría escribir de ello, de sus ábacos. Y del aterrizaje lento de las urracas.
Podría escribir de la ciudad en la noche. De las luces de los polígonos. Y de su oscuridad. Podría escribir de los barcos de papel sobre el tablero, petrificados en su mar sin agua. Y de cómo las tardes se me escapan cada vez más rápidas, como si huyeran de algo. Pero escribir es elegir. O no. Quizá como esta tarde. Pronto, quizá ya, lleguen las grullas.