Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Un libro vivo de 100 años

23/12/2020

Me dicen que en Castilla-La Mancha es relativamente frecuente. Pero eso no es óbice para que llegar a los cien años no sea una noticia estupenda, máxime en un año como el que nos disponemos a cerrar, que no ha sido pródigo en ellas. Por eso quiero dedicar esta columna al centenario de mi abuela, que coincide felizmente con este miércoles en el que, como cada semana, me dirijo a ustedes con la esperanza de no aburrirles demasiado.
Ángela Lucido Andrada. Nacida hace cien años en el pueblo extremeño del Casar de Cáceres, en aquel invierno del año de gracia de 1920, en medio de la crisis que, tras la Gran Guerra, había llegado a España poniendo en cuestión el régimen de la Restauración. Una España atrasada, rural, llena de injusticias sociales y de desigualdades lacerantes. Una España que se preguntaba, en los literatos del 98, acerca de su ser profundo; que reflexionaba, desde los ateneos e instituciones culturales, sobre el porqué de la distancia respecto a otras naciones europeas, tras la debacle del Desastre, pero que, al mismo tiempo, se abría, con la generación de 1914, a una profunda renovación científica e intelectual. Una España que, en cien años, se ha transformado haciéndose irreconocible en los recuerdos que, fruto de una privilegiada memoria, Ángela rememora con frecuencia, a veces con nostalgia, otras con dolor, siempre con el optimismo, energía y la fuerza que le han caracterizado. Como tanta gente de Extremadura, tras los duros años de la Guerra Civil, en la década de los cincuenta tuvo que emigrar, primero a tierras asturianas, luego a Toledo, donde reside desde hace sesenta años, trabajando largo tiempo en el Museo del Greco.
Cien años dan para mucho. Ángela ha conocido tres reyes, de Alfonso XIII, al que recuerda haber visto de pequeña atravesando su pueblo, a Felipe VI, pasando por Juan Carlos I. A lo largo de su vida ha sido testigo de la crisis final del sistema canovista; de la dictadura de Primo de Rivera; de la Segunda República, que evoca en cancioncillas populares sobre Azaña; del drama, que recuerda con viveza, de la Guerra Civil; del franquismo y de la Transición. En misa ha podido escuchar el memento por nueve papas, de Benedicto XV a Francisco, viviendo la profunda transformación eclesial del Vaticano II. Ha sobrevivido a la Unión Soviética y a Fidel Castro. Bautizada cuando regía la diócesis de Coria el futuro cardenal Segura, está feliz por tener un arzobispo nacido junto a su pueblo.
Extremeña fiel a sus raíces, no falta a su cita anual con la Virgen de Guadalupe, subiendo sola la larga escalinata del camarín. Y en su prodigiosa memoria un detalle que como docente me emociona: recuerda el nombre y apellido de la que fue su maestra en la niñez.
Ángela, libro vivo de la Historia de España. Felicidades por tus cien espléndidos años.