Fernando Díez Moreno

Política y Humanismo

Fernando Díez Moreno


La igualdad y la nueva (¿) izquierda (12)

12/07/2020

Si la libertad y los derechos humanos forman el contenido de la dignidad de las personas, como hemos visto en colaboraciones anteriores, la igualdad es, para el humanismo cristiano, un empeño permanente de la política.
Pero aclaremos las cosas. Las personas somos iguales ante Dios y ante la ley, pero ¡nada más!, en todo lo demás somos desiguales. Esto hay que proclamarlo desde el principio, aunque parezca incorrecto políticamente. Somos desiguales por razón de sexo, de raza, de lengua, de religión, de nacionalidad, de educación, de nacimiento, de herencia genética, de inteligencia y voluntad, de estudios, de carácter, de posición económica, de clase social. Como afirmaba San Juan Pablo II, cada ser humano es único e irrepetible.
Transcurridos más de treinta años desde la caída del muro de Berlín ha surgido una ‘nueva (¿) izquierda’ (acertadamente calificada de ‘neopaganismo’) en la que están comunistas y socialistas que no comprenden ni aceptan aquella caída; el feminismo radical; algunas corrientes ecológicas; los antisistema; los partidarios de la ideología de género; los defensores de las leyes LGTBI; entre otros.
Esta nueva (o vieja) izquierda ha tomado nota de que los sistemas de democracia y de libertad proporcionan a los ciudadanos un mayor nivel de vida y ha decidido integrarse en ellos. Y como son maestros en la manipulación del lenguaje, ya no aspiran a la dictadura del proletariado, a la conquista del Estado o a la desaparición de las clases sociales. Ahora han señalado como objetivos, pero dentro del sistema: la liberación y la justicia social.
Por liberación entienden la total desvinculación de compromisos, tradiciones, costumbres u obligaciones que vengan del pasado o de la historia. Por justicia social entienden la igualdad, es decir, la anulación de toda diferencia sea cual sea su origen (el esfuerzo, el sacrificio, la entrega), lo que conduce inexorablemente a la ‘igualación’.
El caso más claro es el de la igualdad de sexos que propugna la ideología de género, y que tiene un origen marxista. Para el feminismo radical no bastan las conquistas jurídicas y políticas de la mujer conseguidas en los últimos tiempos, hay que conquistar su ámbito de privacidad: la educación, las relaciones familiares, el papel de esposa/madre, la sexualidad, el matrimonio.
Su objetivo es, aparentemente, sencillo: dado que es imposible borrar las diferencias naturales o biológicas entre hombres y mujeres, anúlense todas las demás sean sociales, familiares, culturales, porque todas ellas son producto de la historia, son meramente culturales. No hay verdades objetivas sobre la persona, es decir, su verdad moral. Nada es ‘natural’, sino que todo es ‘cultural’.
Y sobre estas bases se propugna: la igualdad de sexos (ahora llamados géneros) masculino, femenino, homosexual, lésbico, mixto; no al matrimonio o a la familia; sí al matrimonio homosexual o lésbico con derecho de adopción; aborto libre (el embarazo es una servidumbre); educación para la ciudadanía; píldora del día después.
  Frente a todo lo anterior, el objetivo de la igualdad, para el humanismo cristiano, es muy claro. Preservando la capacidad de esfuerzo y sacrificio de cada uno, el derecho a vivir el riesgo y la responsabilidad de la propia aventura personal, la lucha por la igualdad es la lucha contra las desigualdades injustas, o discriminaciones arbitrarias, o no justificadas. Es la lucha por la igualdad de oportunidades, especialmente en el campo de la enseñanza.