Jesús Morales

Nada particular

Jesús Morales


Retorcer el lenguaje no basta

15/06/2021

Quienes siguen esta columna saben que me impuse la obligación de tratar sobre Talavera, entre otras cosas porque considero que de los grandes temas ya hay suficientes opiniones en la prensa nacional y que una más poco añadiría a los lectores de esta aparte de España que es lo que llaman Castilla-La Mancha.
Lo cierto es que hay ocasiones en las que lo ocurrido a nivel nacional en tan terrible que no tengo más remedio que dar mi opinión a quienes me leen ya que otra cosa la consideraría yo mismo como una especie de traición, un disimulo bastardo, que me invalidaría automáticamente para seguir escribiendo la columna de los martes en este periódico.
Es claro que esta artimaña de Sánchez, el individuo oficialmente al frente del Gobierno español, o sus compinches para torturar el lenguaje y darle otro significado a las palabras por transcendentales que sean, y así quedarse a gusto con cualquier indudable  falacia,  no es nuevo, es algo que ya hacían los griegos y tenían una palabra que lo definía perfectamente: demagogia y demagogos, pero la falsedad es de calibre tan torpe que habría que decirles a quienes se hayan inventado la burrada y naturalmente al mismo Sánchez, que lo ha repetido como un loro creyendo que había  descubierto el Mediterráneo, que como decía Unamuno, quien sólo sabe su lengua ni su lengua sabe. El otro día quedé perplejo cuando dijo, con un rostro más duro que el cemento armado, que había que cambiar la relación con los golpistas catalanes y sustituir la venganza por otro marco de diálogo o lo que sea. No me podía creer la monstruosidad, lo que decía con esa carita que dios le ha dado, pretendiendo  que las sentencias judiciales por el delito de los políticos catalanes no era más que la aplicación de la justicia, sino  una venganza. Maravilloso pensé, a partir de este momento si Hacienda me multa por no pagar mis impuestos o aparco en zona prohibida recurriré porque no hay derecho a que el Estado se vengue de mí, pobre mortal, ni siquiera podría considerarse un delito sino una venganza que pegue un tiro a ese vecino que me cae tan mal –o que él me lo pegue a mí- por idéntico motivo de la venganza. La barbaridad es tan enorme que no me puedo creer que lo haya dicho el presidente del Gobierno español y alguno de sus ministros lo estén ratificando  ante las cámaras.
  Está claro que el presidente tóxico y más de una docena de veces merecidamente dimisionario se pasó esta vez muchos pueblos. Para gobernar no basta con retorcer el lenguaje.