El partido político Vox ha emprendido el rumbo que más daño puede hacer al Partido Popular. Quedó plasmado de manera fehaciente en la moción de censura impulsada por Vox, que estaba condenada al fracaso desde su inicio y ha tenido continuidad en la negativa de éste partido a aprobar diversos proyectos del gobierno de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. Es una estrategia que, sin duda, tiene que ver con la cercanía de las elecciones de mayo. Buscan singularizar sus mensajes. Al precio, incluso, de coincidir con el PSOE.
La moción le sirvió en bandeja un triunfo parlamentario a Pedro Sánchez que, merced a sus pactos con el conglomerado Frankenstein, obtuvo un respaldo mayoritario de la Cámara muy aventado por sus voceros mediáticos. Un balón de oxígeno en un momento en el que la actualidad seguía atravesada por el escándalo de las rebajas de penas y excarcelaciones de delincuentes sexuales que se siguen acogiendo a las ventajas procesales que les ofrece la Ley Montero del "solo sí es sí". O las corruptelas del caso de "Tito Berni", un diputado socialistas canario investigado por corrupción.
Ni que decir tiene que Vox es un partido al que asiste el derecho a trazar su propio camino. Que en las actuales circunstancias y a juzgar por los sondeos es un camino que apunta hacia una mengua en el respaldo de los votantes. No hay exageración al decir que el auge de Vox -surgido como escisión del PP- fue una reacción a los acontecimientos políticos acaecidos en Cataluña en los días del intento de golpe del "procés". Ciudadanos descontentos y alarmados ante la tibieza del Gobierno de Mariano Rajoy con el desafío de los separatistas. El PP era para ellos la "derechita cobarde".
Conseguir un Grupo Parlamentario potente (52 diputados) fue un logro que se explica por aquellas circunstancias tan especiales como políticamente dramáticas. A mantenerlo en la intención de sus futuros votantes le han dedicado dos mociones de censura -fracasadas- y un discurso rompedor que Santiago Abascal lanzaba desde la tribuna del Congreso mirado de reojo a la bancada de los populares. La llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP parece que ha cambiado la percepción del electorado mayoritario de la derecha española. Lo señalan las encuestas y lo acusan en la dirección de Vox. Por eso están jugando exageradamente a la contra. Aunque faltan dos meses para las elecciones municipales y autonómicas la berrea política está en marcha. Todos se juegan mucho, pero unos más que otros.