Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


El diablo no es débil

27/10/2021

A pesar de lo que el título les pueda sugerir, no voy a hablarles hoy ni de Angelología ni de los Novísimos, sino de algo más terrenal. De que el diablo no es débil. O mejor, que débil no es devil. Algo que parecerá obvio, pero que no lo es, al menos para muchos alumnos que lo suelen confundir al escribir. Bueno, no sólo confunden eso, sino muchas cosas más, como podemos comprobar cada vez más profesores al corregir trabajos, entregas o exámenes. Una de las muchas muestras de la lamentable situación en la que se está precipitando la Educación en España.
Llevo más de veinticinco años impartiendo clases. En BUP, en ESO, en la Universidad. He pasado por Institutos, Colegios privados y concertados. Soy un entusiasta de la docencia y disfruto dando clases, sobre todo cuando tengo alumnos que responden con deseo de aprender. Saco de mi tiempo libre horas para acompañarles a visitar museos y he comenzado un seminario informal con mis alumnos de Políticas para leer y comentar textos filosóficos e históricos, sin recibir otra compensación que la de ver cómo quieren, ilusionados, llevar a la práctica el viejo lema del sapere aude. Por ello, puedo denunciar, con profundo dolor, el hondo abismo al que nos han conducido cuarenta años de continuos cambios legislativos y de absurdos experimentos pedagógicos, las más de las veces proyectados desde despachos en los que se ha obviado la experiencia y el saber de los docentes.
Hace pocos días leí en Twitter, por parte de un profesor universitario, lo siguiente: «llevo varios cursos viendo que los alumnos de primero NO saben qué era una polis griega. Gracias a Celáa y Castells ahora no sabrán que existe Grecia». Confirmo la primera constatación y temo, con fundamento, la segunda. La LOMLOE y la LOSU vendrán a dar la puntilla a nuestro ya deteriorado sistema educativo. Se está privando, a consecuencia de la tiranía de las 'nuevas pedagogías', de especiosos argumentos, de falaces ocultamientos de la dolorosa realidad, a las nuevas generaciones del acervo de conocimientos que les permitirán navegar el proceloso mar de una información casi inabarcable, para lo que carecen de herramientas intelectuales adecuadas. Impera una 'happycracia' que genera seres inmaduros, manipulables, sometidos a la tiranía del consumo instantáneo.
Y lo siento, pero por más que me traten de convencer –quizá porque pude estudiar Filosofía y tengo la «funesta manía de pensar»-, me niego a asumir que el descenso de los niveles educativos sea progresista. Porque, a la larga, sólo genera mayores desigualdades sociales y económicas. Servirá para enmascarar las estadísticas de fracaso educativo real, pero, 'pan para hoy y hambre para mañana' –nunca mejor dicho- llevará a muchos jóvenes a ser mano de obra barata de un mercado laboral precario.
Urge un gran pacto educativo nacional que remedie esta tremenda catástrofe. Aunque temo que no es una prioridad real de ningún partido.

 

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