Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


«Alcunhas»

17/06/2020

El río que nos une, el río por el que luchamos: el Tajo, ha hecho posible una entrañable colaboración y amistad entre personas, instituciones y pueblos. Por el río conocí a la profesora e investigadora del Politécnico de Santarém Lurdes Vèstia. La primera vez que coincidimos en Santarém me habló de sus investigaciones y me regaló su tiempo y sus libros. Me llamaron la atención cuatro aspectos de su personalidad: su fina sensibilidad, su pasión, su afán pedagógico y su perseverancia, a las que habría que añadir una arrebatadora facilidad para la comunicación, para establecer sintonías, para abrir caminos. 
Releo ahora su libro Mulheres avieiras porta-vozes da memòria de um povo que, gracias  a su gentileza, tuve el honor y el placer de prologar y  en el que rescata otro trozo del alma del pueblo avieiro -pueblo pescador del río Tajo en Portugal- buceando, incansable, en la personalidad e identidad de una de las culturas palafíticas fluviales más particulares y fascinantes de Europa a través del testimonio de sus mujeres, que tienen un papel esencial en esa cultura y que, al igual que en otras, ha sido el colectivo silencioso y silenciado, Lurdes Vèstia le da el protagonismo que merecen y confirma el carácter eminentemente matrifocal de la cultura avieira, intercalando, además, testimonios gráficos que son verdaderas joyas etnográficas.
Y estoy utilizando su investigación porque en ella se detiene particularmente en la universalización de las «alcunhas» (del árabe al-kuniâ, sobrenombre) en el pueblo avieiro, que no son otra cosa que la denominación en portugués de nuestros «motes» o «apodos», a semejanza de algunas comunidades rurales peninsulares muy específicas con las que las estoy comparando. Y que, igual que en castellano, aluden a alguna cualidad, semejanza o circunstancia de la persona a quien se aplica, también han pasado de padres a hijos generación tras generación. En la cultura avieira tampoco suelen ser tomados como ofensivos, a no ser que tengan un carácter burlesco demasiado cruel y, como apunta la autora, favorecen extraordinariamente la localización del prójimo, más cuando los nombres y apellidos de sus gentes son muy comunes y coincidentes e, incluso, se considera afectivo llamar a alguien por el apodo en vez de por el apellido, siempre más impersonal. De hecho, sabes de inmediato cuando los avieiros con los que tratas ya te tienen confianza y aprecio: en cuanto te dicen que los llames por su «alcunha».