Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


¡Qué feo se está volviendo el Mundo!

29/04/2022

Seguramente siempre lo fue y lo que ha ocurrido es que a los europeos occidentales nos ha sonreído la fortuna con una paz duradera y una economía estable, desde la Segunda Guerra Mundial. Porque con independencia de la excepción de España, que la costó más llegar a la democracia, el resto de países han disfrutado de más de setenta años viviendo en una balsa.
La penuria que dejó en Europa la guerra, hizo que las personas se aplicaran en remontar la situación. Eran personas forjadas en el esfuerzo, poco proclives al llanto sin causa y a la pérdida de tiempo. Por otra parte, la sinrazón, despotismo y cobardía que llevó a la conflagración, moldeó a los seres humanos con un sentido común y moralidad digna de encomio.
Pero parecía casi imposible que esta plácida situación pudiera ser eterna. Las nuevas generaciones se han criado en la opulencia económica, rodeados de derechos que parecieran imperecederos. Se han creído eso de los derechos inalienables, como si un ejército de arcángeles vigilara que nadie los perturbara.
Las nuevas generaciones, a fuer de comodidad, han perdido hasta el sentido de la realidad y se han vuelto fofos física y mentalmente. En algunos casos, como el de España, se ha llegado a tal estado de degradación, que hemos puesto a la sociedad entera a sojuzgar cualquier valor de los nos llevó al paraíso vivido. El esfuerzo, el valor, el honor y la palabra, han perdido todo su valor, hasta el punto de que son objeto de burla y escarnio. ¿Quién de los actuales líderes progres rendiría tributo de admiración a quiénes en España fueron capaces de superar el pasado cainita, para convertirnos en una democracia plena y homologada por los jueces más exigentes? Todo lo contrario, sostienen que es una filosofía superada y ahora lo que toca son políticas de división de lenguas, de conflagración de sexos y de flacidez moral.

Obviamente esta debilidad ha sido observada –habría que estar ciego para no verlo- por quienes se sienten con el derecho de ampliar sus fronteras, sean físicas o económicas y nos están haciendo ver las consecuencias de nuestras flácidas personalidades.
Porque ya ni siquiera se ocultan nuestros dirigentes y se exhiben sin pudor revolcados en su bajeza moral. Ahí tenemos el ejemplo de Boris Johnson, el juerguista primer ministro inglés, pillado in fraganti, saltándose sus propios decretos y agarrándose como una lapa al poder. En los años pasados esto hubiera sido impensable.
Pero el ejemplo más claro de esta Europa decadente es nuestro ínclito presidente, paradigma de las conductas más execrables de que sea capaz un gobernante democrático. ¿Qué respeto tiene por su propia palabra cuando a la una hace todo lo contrario que prometió a las doce? ¿Qué respeto tiene por su propio país, cuando permite que participen en sus más altas instituciones, los enemigos declarados de España? ¿De qué valores puede hacer gala, cuando hace socios a quienes hace nada empuñaban pistolas y detonaban dinamita contra funcionarios de España, incluidos muchos de su propio partido?
Por estas y otras lindezas no se nos respeta y se permiten jugar con nuestras fronteras, con nuestros suministros y, en definitiva, con todo aquello que hizo de Europa en general y de España en particular un lugar envidiable. Volverá, seguro que volverá, pero pagaremos un alto precio.