Juana Samanes

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Juana Samanes

Crítica de cine


Érase una vez

28/11/2020

Arriesgada propuesta de aventuras que plantea una precuela sobre cómo nacieron los personajes de Peter Pan y Alicia en el país de las maravillas. 
Tres niños, David, Peter y Alice, disfrutan de una maravillosa infancia en la campiña de la Inglaterra de finales del siglo XIX. Tanto su padre como su madre les han enseñado a dejar volar su imaginación. Pero cuando la tragedia llega a su hogar, ambos hermanos tomarán caminos diferentes.
La idea de convertir en hermanos a Peter Pan y a Alicia surgió en la mente de la guionista Marissa Kate Goodhill cuando estudiaba en la universidad y se percató de la oscuridad presente en muchos cuentos de hadas. A partir de ahí, escribió una historia que quiere mezclar «un equilibrio perfecto entre tragedia y aventura, dolor y fantasía y oscuridad y luz, sobre todo a la hora de montar la película». 
El resultado es bastante irregular a pesar de que se contó en la dirección con una profesional de experiencia en películas infantiles como Brenda Chapman (Brave), porque la historia discurre por unos derroteros poco entendibles para un público menudo, aunque si adolescente, que sepa encajar un argumento donde los elementos fantásticos se introducen en el contexto de un drama realista familiar.
Inmiscuidos como estamos en cambiar la Historia, choca, pero entra en esa dinámica, que los protagonistas, inspirados en los personajes imaginados por dos escritores británicos del siglo XIX como son James Barrie y Lewis Carroll, sean birraciales, término que emplean los productores de la película, porque el actor que interpreta al padre de las criaturas es David Oyelowo, el intérprete británico-nigeriano reconocido su trabajo en Martin Luther King Jr en Selma, mientras que la madre está encarnada por la más popular Angelina Jolie. Ni qué decir tiene que en el siglo XIX hubiera sido impensable en el Reino Unido un matrimonio de clase media interracial. 
Si la puesta en escena de la película es excelente, así como su fotografía, lo que resulta complicado  es vender un filme para toda la familia cuando se aborda un tema tan doloroso como la muerte de un niño. Algo que se planteó en la emotiva Un puente hacia Terabithia (2000), pero al final del relato, no al principio, y que resultó algo traumático para algunos niños que la vieron en su momento.