Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El cartero (y Pablo Neruda)

05/02/2021

Joe Biden ya es presidente tras un tortuoso proceso. Sus rápidos decretos para fulminar el legado de Trump demuestran que unir al país no es su prioridad. Hay una enorme diferencia entre tener una holgada mayoría cuantitativa y tener un empate técnico que solo puede romper el vicepresidente. Las patéticas imágenes del Capitolio son un serio aviso.
Sería bonito pensar que la culpa de todo es de Donald Trump y sus ignorantes seguidores, pero lo cierto es que la división es anterior a él y el histriónico Donald era más un síntoma que la enfermedad. Desde hace unas décadas, los demócratas han tomado el campus universitario, junto con los medios de comunicación, la justicia, la administración y hasta hace muy poco la política. La agenda de la izquierda era simple en su cosmovisión al denigrar y mofarse de los republicanos. Esa fortaleza les ha llevado a transformar la política en una nueva religión secular donde los mandamientos son designados por una élite radical y la disensión es un delito penal.
Era cuestión de tiempo que la derecha o los conservadores se reorganizaran; la duda es si lo harían dirigidos por el partido o por un ente amorfo. Lo cierto es que fue una mezcla de ambos. El partido aprendió de los errores y empezó a ganar elecciones e inició pequeñas incursiones en la justicia y la administración; aunque decidió no presentar batalla en los medios de comunicación, las nuevas tecnologías y la universidad. Preferían el poder al cambio.
En estas, apareció Donald Trump y digamos para ser suaves que el Partido Republicano lleva cuatro años desorientado. La victoria del senil Joe Biden es un claro ejemplo de la hostilidad a Trump. La designación de Kamala Harris, tan radical ideológicamente que está más lejos de Joe que él de Trump, confirma que los demócratas siguen sin bajarse del burro.
Estados Unidos tiene unas magníficas instituciones, no por que sean ágiles, sino porque obligan al acuerdo para cualquier decisión. El miedo a la dictadura o el amor a la libertad estaba tan arraigado que se cuidaron muchísimo de evitar su concentración. El consenso en el texto de la Constitución construyó una nación cohesionada entorno a un profundo respeto a la libertad individual, la propiedad privada y la libertad de expresión. La democracia no funciona cuando ganan tus candidatos sino cuando aceptas al oponente que no enemigo.