Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Carnaval

21/02/2023

El día de hoy ofrece una buena oportunidad para hablar de máscaras, antifaces y disfraces. De todo aquello que ayuda a ser como no queremos ser, y a convertirnos en lo que deseamos, repudiamos o nos sirve de mofa. Aunque sea por unos días y horas.
La esencia del carnaval es ser quien no eres. O ser quien te gustaría ser para satisfacción individual o colectiva. El disfraz -o el tipo como dicen más al sur-, es una herramienta fundamental para ello. Pero poco más, porque es la gracia a la hora de portar el antifaz, lo que garantiza el éxito de la mascarada.
Esa actitud puede ser guasona, socarrona, provocadora e incluso agresiva. Pero la esencia de todo carnaval son dos palabras: libertad y tolerancia. Libertad para elegir el disfraz, la mofa, la broma, el chiste y la chirigota, o a quien dirigir el matasuegras. Y tolerancia para recibir, con mayor o menor agrado, la chanza del disfrazado.
Viene a colación esta torpe reflexión sobre el carnaval, porque hoy es martes. Martes de carnaval. Una jornada en la que a muchos políticos no les hará falta hoy tirar de arcón para ponerse la máscara y burlarse del personal, si con ello consiguen que su voluntad entre en una urna.
Especialmente conseguido, en estos tiempos, es el disfraz de político populista. Las hemerotecas están repletas de sujetos, sujetas y sujetes portando la máscara más dura del populismo. Cierto es que, hace pocos años, ese antifaz vino de perlas. Tal fue el éxito de aquel viejo – pero exhibido como nuevo disfraz-, que muchos se atrevieron a llevarlo casi a diario. Incluso en Cuaresma o en Navidad. La mayoría, porque intuían que podían caer más en gracia y mejorar así su cuenta corriente.
Ese disfraz cuesta detectarlo a la primera. Se les reconoce, eso sí, por lo que dicen y cómo lo dicen. Básicamente, su gracia carnavalesca está en engarzar dos o tres slogans o chascarrillos de Perogrullo, que rimen con algo de imaginación provocadora a ritmo de rap, y a tirar millas. Lo sintomático en estos tiempos -que dicen de tanta información-, es que ese disfraz siga disfrutando de adeptos. Bien es cierto que cada vez menos.
Mención aparte, y seguimos hablando de disfraces, el utilizado por aquel funcionario del cuerpo de policía para incrustarse y empotrarse (nunca mejor dicho) en filas radicales y separatistas del país. Dicen que el funcionario no se quitó el disfraz durante muchos años, y que se benefició de ello. También se beneficiaron, aunque no hay crónicas pormenorizadas, quienes le reían sus gracias. El tipo debiera ser recompensado con una medalla pensionada, o con una placa en Cádiz a la lado de la que preside 'El tío de la tiza'.
La pena es el poco humor que ha levantado entre las admiradoras que antaño querían quitarle el disfraz una noche sí, y otra también. Ahora ya no les parece tan divertida esa máscara. Que, por cierto, es la suya.

ARCHIVADO EN: Carnaval, Cádiz