Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Piragüismo

04/03/2020

El nacimiento y desarrollo del piragüismo en Talavera de la Reina viene de la mano del Canoë Club Talavera, filial del de Madrid (1930), que crean, el 21 de junio de 1933, estudiantes talaveranos en aquella ciudad, a pequeña escala, a su imagen y semejanza. En la línea de la Institución Libre de Enseñanza, con la que muchos han entrado en contacto, el club fomenta la importancia de la vida al aire libre y por tanto la realización de excursiones, reconocimiento y disfrute de la naturaleza. En Talavera, el río Tajo será el principal protagonista de esa iniciativa con numerosas expediciones en canoa por parte de sus miembros. Dos de ellas serán las más señeras y forman parte de la protohistoria de ese deporte.
Vicente Forero y Ramón Fernández Sanguino hicieron una travesía en canoa de dos plazas de Toledo a Talavera el 13 de julio de 1933, en una sola jornada, salieron de la Ciudad Imperial a las cinco de la mañana y llegaron a la Ciudad de la Cerámica a las ocho de la tarde, con dos mínimos descansos en tierra de un cuarto de hora cada uno y sin apoyo externo, invirtiendo en total catorce horas y media en recorrer los ciento veinte kilómetros que tiene de longitud ese tramo del Tajo. En el Puente Viejo fueron recibidos con algarabía por los socios del Canoë, sus amigos y un numeroso público que se concentró para verlos llegar y aplaudir su aventura. Miguel Méndez guarda una foto en su archivo personal de ese momento.  
En esa misma línea, en mayo de 1935, los talaveranos Casimiro Redondo y Ernesto Vázquez Zorí, también en una piragua de dos plazas, que bautizaron como ‘Talavera’ realizaron la hazaña de llegar desde Talavera hasta Lisboa con muy pocos medios y mucha ilusión. Me llamó mucho la atención que el año pasado, en unas jornadas sobre el río Tajo, en la localidad portuguesa de Vilafranca de Xira, en el Ribatejo, cuando comía en un pequeño bar del puerto y dije que era de Talavera, el viejo dueño, con gesto de admiración, recordó aún a aquellos dos intrépidos talaveranos que realizaron la gesta y que habían hecho la última parada en aquel lugar, siendo él un niño, antes de llegar a la capital.
-Muito corajosos e muito agradáveis seus compatriotas -fueron sus palabras para despedirme.