Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Frikigodos

01/02/2023

La Real Academia de la Lengua introdujo el año 2012 dentro de su diccionario el término 'friki', adaptación al castellano del término inglés freak, que equivale a 'extraño' o 'extravagante'. Una de las diferentes acepciones del mismo señala que se refiere a 'toda persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición'. Es muy probable que todos conozcamos a personas que definiríamos como tales, siendo bastante frecuente entre los aficionados a la informática, juegos de rol, astronomía, videojuegos o la cultura japonesa.
En el ámbito de la historia también se encuentran diferentes tipologías de frikis. Hay etapas que particularmente se prestan a ello, como la Edad Media, la cultura celta o el mundo de los tercios españoles, por señalar algunos, que como historiador, me encuentro frecuentemente en las redes sociales o en diversas publicaciones. Pero paradójicamente existe un campo en el que no hallo demasiados frikis, y, sin embargo valdría la pena. Me refiero a la especie 'frikigoda' -aunque algún ejemplar he localizado-.
Y digo que vale la pena, porque el mundo visigodo resulta realmente fascinante. Yo cada día me encuentro más entusiasmado con él, con su estudio y conocimiento. Una etapa demasiado ignorada, lo cual debería ser catalogado como pecado mortal para los que moramos en la antigua Urbs regia visigoda. Desconocida, pero cada vez menos. Los recientes hallazgos arqueológicos, como los de Guarrazar o Los Hitos, la recuperación de San Pedro de la Mata, o los que, cuando se realicen excavaciones sistemáticas, es de esperar que aparezcan en la Vega Baja, nos están hablando de una cultura deslumbrante, la más avanzada dentro del mundo surgido tras el colapso del Imperio Romano de Occidente; un reino, el de Toledo, que quiso imitar el esplendor de Bizancio, que generó una rica literatura, un patrimonio litúrgico como el hispano-mozárabe, una orfebrería refinada, unas soluciones arquitectónicas como el arco de herradura, una codificación legal que ha marcado las leyes españolas posteriores. Un pasado que poco a poco va saliendo a la luz, y que estoy convencido que nos deparará en el futuro muchas sorpresas. Toledo debería reivindicar su pasado visigodo con más pasión –es ejemplar, en este sentido, lo que se está haciendo en Guadamur-, fomentar su conocimiento, alentar las investigaciones en las diferentes áreas que, en mutua imbricación, vayan recomponiendo el mosaico fragmentario de aquel extraordinario Regnum Gothorum, con personajes dignos de novelas o películas, desde un Leovigildo a un Recesvinto, desde San Eugenio a San Ildefonso, desde Gosvinta a Brunequilda. Un pueblo que no carecía de sentido del humor, como muestran estos irónicos versos del mencionado arzobispo Eugenio II, en traducción del inolvidable maestro Ramón Gonzálvez: 'Si las barbas hacen al santo, el mayor santo es un chivo'; o también 'Mucho mejor una perrita viva que una leona muerta'.
Una cultura, un pueblo, una etapa realmente asombrosa y sugestiva, que forma parte de nuestras raíces más profundas, que merece la pena redescubrir.
Me declaro 'frikigodo'.