Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Baños en el Tajo

02/10/2019

El veranillo de San Miguel nos ha traído de nuevo unas cálidas jornadas que, en el sosiego de la tarde del domingo, coincidente con la fiesta del santo arcángel, invitaban al paseo. Así lo hice, recorriendo las riberas del Tajo, contemplando, con tristeza, la suciedad que albergan esas aguas que Garcilaso de la Vega encontraría hoy irreconocibles. En estas, un niño que jugaba al lado del río con su padre gritó ¡ojalá me pudiera bañar! Yo, que como Agustín de Hipona junto al mar, daba vueltas en mi cabeza, no al misterio de la Santísima Trinidad, sino a qué podía escribirles esta semana, inmediatamente, y sin tener que bañarme como Arquímedes, pude exclamar ¡eureka! Así que hoy les invito a que, unos ejerzan la nostalgia, y otros desarrollen el deseo, imaginando un Tajo de aguas cristalinas y limpias, en el que poder mitigar los rigores del verano.
Porque algunos aún recordarán aquellos baños en la playa de Safont, inmortalizados en una famosa postal a colores. Un recuerdo que esta semana puede actualizarse con la entrada que Eduardo Sánchez Butragueño ha hecho en su blog Toledo Olvidado, presentando las fotografías de la colección de Tomás García del Cerro, un homenaje al río Tajo y a las motos Vespa que nos permite evocar aquel Toledo de los años 50 y 60, con sus grupos de bañistas que disfrutaban de las refrescantes aguas de nuestro río.
Causa verdadera pena contemplar esas imágenes de un Toledo que fue y que ya no es. Y no es por la incuria humana, por el abandono y dejadez de unos, por la incompetencia de otros y la indiferencia de los más. El Tajo, junto a los problemas derivados de la contaminación que recibe aguas arriba, languidece por culpa de ese tremendo desatino que es el trasvase de una cuenca deficitaria a unas tierras que quizá también lo necesitan, pero no a costa de privar de su linfa vital a tantas comarcas de Castilla-La Mancha y de Extremadura, no menos necesitadas.
Urge en España elaborar un Plan Hidrológico Nacional que permita una mejor redistribución de los recursos hídricos por todo el país. No es de recibo permitir que desde los agonizantes pantanos de la cabecera del Tajo, sin recibir la aportación del Ebro que permitiría un reparto más equilibrado y justo del agua, se envíe ésta sin cesar a tierras murcianas, complicando el futuro a unos pueblos que ya de por sí se encuentran con las dificultades de la España vaciada.
La evocación de aquel Tajo lleno de vida nos debería alentar a trabajar para que pueda ser de nuevo uno de los dinamizadores de nuestra ciudad, de su oferta lúdica, cultural y deportiva.
Un Tajo limpio, rebosante de agua y de vida, quizá sea hoy por hoy un sueño. Pero el soñar, y el luchar para que esos sueños se cumplan, es señal de que estamos vivos.