Editorial

La moderación como la mejor arma política para los intereses regionales

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El presidente del Partido Popular de Castilla-La Mancha, Paco Núñez, se descolgó el pasado miércoles con varias declaraciones en las que acusaba al presidente del Ejecutivo autonómico de ser cómplice de un Gobierno «radical y extremista», además de traspasar unos límites en las insinuaciones que hasta el momento había cuidado tanto en las Cortes como en los distintos foros. Preguntas como las de si a García-Page «le preocupa más el Mar Menor que los crímenes de ETA» por el rechazo del PSOE a que la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo inicie una misión para esclarecer los 379 crímenes de ETA sin resolver suponen dar un paso más allá de la posición de guante blanco que hasta ahora estaba manteniendo el líder de los ‘populares’ de la región.

Tampoco es extraño esta posición de Núñez, pues está en la línea de las directrices que marca Génova con un posicionamiento duro con asuntos como el proceso independentista de Cataluña, la reforma del Código Penal para el delito de sedición o incluso el fallido argumento del pin parental. Replicar estos argumentos de tipo nacional en el contexto de una comunidad autónoma de forma reiterada desmerece la postura que el principal partido de la oposición debe hacer en la legislatura, que no es otro que trabajar por el interés y ante los problemas más directos de los castellano-manchegos.

Es cierto que el partido que sustenta al Ejecutivo regional, y el propio Emiliano García-Page, recurre a debates nacionales de forma insistente en función de los intereses partidistas y electorales para alinearse con un determinante votante al que le preocupa el futuro territorial del país. Sin embargo, no estaría de más que ambas formaciones no exporten la crispación y las declaraciones y respuestas un día sí y otro también.

El Partido Popular tiene que dar la batalla por los intereses más regionales y tejerse un camino propio, alejándose de postulados radicales. Sin presencia en el parlamento autonómico de Vox, al PP le conviene la centralidad que poco a poco va dejando Ciudadanos, con los que el PSOE consiguió aliarse en varias capitales de provincia y otros municipios de la región. Competir por quién dice la mayor declaración histriónica en el púlpito del debate nacional con un competidor como Emiliano García-Page, que cada dos días lanza advertencias a su secretario general, no es la mejor de las maneras para labrarse una carrera donde también tiene que convencer a propios y ajenos.

Querer seguir la senda del partido de Abascal para recuperar electorado solo puede ser contraproducente, como se ha visto en todos los territorios y sin ir más lejos, en las elecciones de mayo.