Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Balada del tractor del maíz

23/08/2019

Verano en Talavera. Seis de la tarde. El termómetro del coche marca cuarenta y tantos grados. Ventanillas bajadas. No hay aire acondicionado. Se rompió un año de estos y ahí sigue.  La flama invade el coche. Sales de la autovía y enfilas los últimos ocho o nueve kilómetros para llegar a casa. A la Talavera que aparece en el valle, condensando todo el calor de la tarde. Sol de justicia en el polígono de Cazalegas. Y de repente te lo encuentras. Ahí está. El tractor del maíz. Va de vuelta hacia Talavera. Con su fila de coches, a 25 ó 30 km por hora. Despacio, imposible adelantar. Talavera todavía no tiene una salida desdoblada hacia Madrid; ni hacia Extremadura; ni hacia ningún lado. En el contadero de ovejas del puente del Alberche más despacio todavía. Si viene de frente algún autobús o camión u otro tractor del maíz que viene cargado en dirección contraria, más despacio todavía. Me entretengo en recordar los árboles que estaban y ya no están. La inmensa encina del cruce de Cazalegas quemada con ácido y talada sin compasión, hecha leña sin ningún tipo de respeto y consideración. No hay nada que lo recuerde, pero cada vez que pasó la veo ahí, inmensa, cobijando bajo su sombra verde y espesa a los miles de caminantes que desde antes incluso de los Reyes Católicos pasaron camino de talavera. O los enormes eucaliptos que daban sombra a los puestos de melones y sandías hasta que la rotonda del campo de golf se los llevó por delante. Paso tan despacio por el puente del Alberche que me da tiempo a contemplar el no Alberche debajo de los arcos. Un paisaje lunar completamente desolado, un vacío, un erial, un despropósito, un río robado como el Tajo. Nos hemos acostumbrado a su ausencia, y parece ya que nunca estuvo, como empieza a parecer que jamás estuvo tampoco el Tajo, ni los arenales, y tantas cosas que se van yendo sin que nos demos cuenta, o sin que nos queramos dar cuenta. 

 

Los tractores del maíz son verdes, con la señal de 25 pintada detrás. Simbolizan perfectamente la metáfora de una ciudad a cámara lenta, detenida en un tiempo pasado, que parece gustarse en la suerte. Los tractores del maíz, con su lentitud, van definiendo una época. Y ya no me refiero solamente a que no tengamos accesos desdoblados, que sigamos que las mismas carreteras de hace treinta años, que las circunvalaciones hechas en Talavera sean auténticas chapuzas se miren por donde se miren; en que no se tenga un planteamiento de ciudad a medio y largo plazo, que nos están adelantando por todos lados cualquier ciudad de nuestro entorno... No. Me refiero a otra cosa. Y lo voy pensando mientras veo el nerviosismo de los conductores, el tipo que sale de la ITV y gira a la izquierda en vez de ir a la rotonda de la derecha, el que te adelanta siempre apurado, los dos bombeos que nos están haciendo para subir la mierda del Tajo para regar la Vega de Talavera, las barrancas inmensas acorazadas de coscoja...

 

No. Los tractores del maíz no tienen la culpa. Ni los conductores.  Quince o veinte minutos después, cuándo llegas a los centros comerciales, te das cuenta que todo es una metáfora, que todo responde a la velocidad de la ciudad, que seguimos en un tiempo antiguo, que vamos a seguir en él todavía bastante. La balada del tractor del maíz, cruzando una y otra vez de un lado a otro la jurisdicción de Talavera, como estelas de aviones en el cielo zarco de las tardes de este agosto.