Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


El alma de Toledo

12/01/2023

No sé si la nostalgia es consustancial al paso del tiempo o es inherente a la persona, pero lo cierto es que este 2023 para mí ha empezado con esa mezcla de pérdida y esperanza, con esa saudade portuguesa difícil de definir.
Y es que me ha sacudido, más allá de lo que hubiera pensado yo misma, el cierre de dos establecimientos que han representado el alma de Toledo: la relojería Bienve, en pleno Casco Histórico, y el restaurante El Catavinos, el bar de Luis, en la avenida de la Reconquista. Han bajado el telón, poniendo fin a muchos de esos recuerdos que se crean en la infancia y que se van consolidando a lo largo de la vida, con huellas que no avisan. Y eso genera un pinchacito en el corazón, que te devuelve a los tiempos de una ciudad que a veces una no reconoce ni en sus calles ni en sus propios vecinos.
Se me viene a la memoria la imagen de Bienve, amigo de mi padre, a quien compró sus primeros relojes y alguna que otra joya para mi madre. Maestro en su oficio, trabajador, cariñoso, que dispensaba ese trato cercano que se ha perdido en esta época de alocada tecnología. Era un hombre bueno. Como mi padre. De esos que empatizan con el cliente, le escuchan, le atienden. Fue su hijo quien aprendió los secretos del oficio y quien mimó y conservó los relojes de Zocodover y de la Catedral, que han marcado el paso de un tiempo que te invitaba a ver las horas en un espléndido artilugio, más allá de las frías pantallas de los móviles. Mi recuerdo a Bienve, a su mujer, de cálida sonrisa, y mi abrazo a sus hijos.
El otro local que nos deja, también por jubilación de su propietario, es El Catavinos, que constituyó desde sus tiempos de restaurante Avenida, en plena Reconquista, el templo de esos jóvenes rebeldes que se abrían paso hacia un destino plagado de sueños, ilusiones y, por qué no, de quimeras.
Los toledanos que nacieron hace ya unos cuantos años, conocieron al padre de Luis, quien regentó el entonces Avenida. Después, continuó como negocio familiar, a cargo de su hijo, gran fotógrafo por cierto, amante de la India y del vino, amigo de sus clientes, quien se atrevió con una propuesta innovadora en un lugar emblemático, con solera y esencia propia. El Catavinos fue tal vez el primer gastrobar que hubo en la ciudad y quienes, relajados,  disfrutaban en sus marquesinas de los rayos de sol, frente al entrañable Parque Escolar, se han quedado huérfanos.
La Reconquista, que ya perdió El Trocadero, languidece. Como Palomarejos. Como el Casco, donde la relojería Bienve se despide como ya lo hicieran el Centro de Periódicos, La Favorita, Montes y un largo etcétera de comercios que marcaron la infancia de una generación de toledanos desolados, pero con fuerza para remontar. Es el momento de revitalizar la urbe con ayudas para los emprendedores. Hace falta comercio de aquí, bares nuestros, aparte de las franquicias de comida rápida. La capital pierde habitantes porque no hay nada atractivo, más allá de los monumentos, que ofrecer a los vecinos. Es turística, cara, incómoda. Y frágil ante el permanente crujido urbanístico, como el que ahora amenaza La Peraleda. Demos vida a nuestros barrios, demos la vuelta para cambiar el rumbo.