Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Sol de Toledo

17/01/2023

Para un periodista, sentirse inmovilizado y sin capacidad para informar o comunicar, es la peor de las noticias. Por eso, permanecer atrapado a una silla de ruedas, y con escasísimas posibilidades para contar lo que pasa alrededor, debe ser una cárcel para aquellos que sienten que su oficio es el de contar cosas. Y contarlas bien.
Por desgracia, esto fue lo que le ocurrió hace poco tiempo a una amiga, paisana y compañera de profesión. Esta columna intenta esta semana ser un humilde reconocimiento y homenaje, a una de las historias más conmovedoras del periodismo y de la existencia vital de los últimos años. Así lo cree quien la firma y, seguramente, mucha más gente. Es la historia de Sol. De apellido Villanueva. Manchega de Villarrubia de los Ojos, en Ciudad Real.
Sol es periodista. Buena periodista. Formó parte de la mítica redacción que el gran Luis Mariñas, con su fina pituitaria gallega, construyó a principios de los noventa en Informativos Telecinco. Sol contribuyó al nacimiento de aquel medio de comunicación, tarea nada fácil. Pero sobre todo, a cimentar los éxitos que aquellos servicios informativos cosecharon a finales de los años noventa. Los que formaron parte de aquella redacción saben del esfuerzo, entusiasmo y juventud invertido en aquellos años. Sol, como buena manchega, sembró aquella redacción con buen oficio y trabajo.
Villanueva tuvo un encontronazo con la salud años después. Una enfermedad de nombre impronunciable se apoderó de ella y la atenazó con tremenda crueldad. Quedó postrada en una silla, sin capacidad de movimiento y sin habla. Por si fuera poco, su enfermedad coincidió con aquellos fatídicos y caóticos meses de inicio de la pandemia.
Sol recaló en esas fechas en Toledo, para luchar contra su enfermedad, en el hospital nacional de parapléjicos. Inmovilizada en una silla, permaneció allí más de un año. Aislada de todo lo que había sido su mundo. De su vida y su profesión.
Los celadores y terapeutas (magníficos) fueron su apoyo. Uno de ellos, una tarde, tuvo la maravillosa idea de acercarla a una cristalera para contemplar como el sol de Toledo iluminaba la ciudad imperial. Sol miró aquella fotografía y admiró la belleza de aquel skyline. En ese mágico instante, sus genes periodísticos se removieron en lo más profundo de su ser, y decidieron rebelarse y ayudarla.
Sol, mirando aquella hermosa postal toledana que a tantos periodistas y escritores ha fascinado, pidió a su celador un teclado virtual. También un ratón similar a un brazo metálico, y lo sujetó a una mesa. Y así, con ese imperioso e irrefrenable deseo de comunicar, de contar historias, y de superar adversidades, Sol comenzó a escribir. Primero, una historia que recorre Toledo desde 1520. Y otra, autobiográfica, fechada en 2020.
El sol de Toledo, y los cuidados del hospital, hicieron que la periodista manchega recuperara la sonrisa. Las ganas de seguir trabajando y de superación, nunca las perdió.  Hace pocas semanas, presentó su obra. Y lo hizo, en su hospital sanador, bajo el sol toledano que siempre sale para quien confía, y cree en él.
Como hace, hizo, y hará Sol todos los días.