Sonsoles Arnao

Tiempos de swing

Sonsoles Arnao


Alegría

30/12/2019

Feliz Navidad. Felices Fiestas. Feliz año nuevo. Son las palabras más repetidas estos días. Como un mantra, sin parar. Con más o menos entusiasmo, pero asumiendo los rituales propios de estas fechas, nos contagiamos de esa mezcla de alegría, buenrollismo y esperanza en el porvenir de un nuevo año. Un cóctel en el que no pueden faltar grandes dosis de consumismo para ofrecer ese estado feliz que nos embriaga. A diferencia de la alegría, que es más atávica, espontánea y subjetiva; la felicidad está muy mediatizada socialmente. En la niñez interpretamos y expresamos más nuestras alegrías que nuestra felicidad. Los animales se muestran alegres pero no felices. Cada cultura, época y contexto define, codifica y construye los marcos y mitos de la felicidad. La felicidad como idea, la alegría como emoción. Una idea que necesita un contexto que lo envuelva y lo dote de significado. En todas las épocas y en todas las culturas, la idea de felicidad ha sido una constante en la preocupación y cavilación del pensamiento filosófico. Algunos filósofos la han asociado a una idea más trascendental y contemplativa, otros a la experiencia del placer o a la virtud del bien. Una buena manera de indagar sobre este concepto y conocer toda su evolución filosófica es conocer la obra de Gustavo Bueno 'El mito de la felicidad' o si prefieren píldoras en formato video, hay brillantes teselas filosóficas en Youtube.

Asumimos la idea de la felicidad como una obligación, un propósito. Un concepto de felicidad que tiene su origen en las ideas ilustradas de la Modernidad. “Un ideal- como diría Goethe- para plebeyos que son los que no la poseen, mientras que la aristocracia, que sí la posee, no tiene tiempo para representarla, le basta con vivirla”. La felicidad como un derecho y un deber, recogido incluso como derecho inalienable en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, 'la búsqueda de la felicidad'. Pero en la actualidad y en una sociedad capitalista y mercantilizada, vivimos la felicidad como un producto más de consumo. La felicidad  frívola y trivial. Y efímera, compulsivamente efímera. Rodeados de estímulos, no consumimos bienes ni necesidades sino felicidad. Un camino con recetas y rutas en libros de autoayuda.  Cada vez con más felicidad pero menos alegres. A las puertas del inicio del final de una década damos la bienvenida a los ¿felices? años veinte del S.XXI. Salud y Alegría.