Cometen traición los que no cumplen su palabra, o los que no guardan la fidelidad debida. En la vida pública son políticos traidores los que anteponen sus aspiraciones personales o la de sus partidos al bien común, a la convivencia o al progreso de la sociedad para la que dicen trabajar.
Con diecisiete diferentes planes de acción contra la pandemia y otras cosas que ahora no vienen al caso, el fracaso del sistema autonómico es más que evidente, similar al patente desastre sanitario una vez aniquilada la Atención Primaria y después de ver el bochornoso espectáculo de los españoles haciendo largas colas en las puertas de las farmacias para comprar los famosos test de antígeno, a un módico precio que oscila entre los ocho y los diez euros, mientras que en la mayoría de los países europeos se venden por menos de un euro y los gobiernos los regalan.
De este modo, a los problemas ya endémicos vinculados directamente con la estructura del Estado Autonómico, como la desigualdad entre ciudadanos de distintas Comunidades, el problema de déficit y deuda ocasionado por las duplicidades entre administraciones, la proliferación de entes públicos, como televisiones autonómicas, tribunales de cuentas, servicios de defensa de la competencia, consejos consultivos o defensores del pueblo, que desorbitan el gasto superfluo, se une ahora el cachondeo en la diversidad descoordinada en la gestión de la mayor crisis sanitaria, sin un mando único que fuera coherente y eficaz, ni cuadros de políticos serios, honestos, leales, inteligentes y preparados.
De hecho, debería de existir una prueba enfocada al diagnóstico de la capacidad y la sensatez de los políticos que se presentan a las elecciones para que los votemos; un test detector de traidores, según la definición antes expuesta, mediante una simple muestra como la que obtenemos para Covid-19, pero que en vez de que fuera por vía nasofaríngea, que fuera rectal. La gran ventaja es que nos permitiría tener el resultado en minutos con elevado porcentaje de acierto para actuar en consecuencia.
El asesinato de Julio César en Roma se cometió el día de la festividad de los Idus de Marzo. A César ya le habían llegado noticias de la conjura, pero no hizo caso. «Cuídate de los Idus de marzo», le había advertido un vidente. El mismo día del asesinato, César le dijo al vidente: «Ya han llegado los Idus de Marzo y no ha pasado nada». «Sí, pero aún no han terminado», le respondió el vidente.
Los Idus tampoco han terminado para nosotros. Como en el caso de Julio César, todos los indicadores nos están advirtiendo de la conjura de los traidores, pero aun así debemos seguir depositando nuestra confianza en determinadas personas para que nos lleven las riendas de la acción política. Por eso es imprescindible el test de traidores.