Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


En qué consiste ser mujer

02/06/2022

Resulta curioso cómo en la época en la que fluye la información con más agilidad, en la que tenemos acceso a múltiples canales para pensar por nosotros mismos, decidir conforme a nuestros propios análisis y actuar en función de nuestras propias conclusiones, los individuos asumen aquello que les reconforta simplemente para afianza sus ideas. Es la llamada posverdad por los expertos en comunicación. Creo lo que me interesa y lo demás no lo cuestiono. Así soy feliz y no uso el cerebro, que eso, puff, es cansado. Desde hace un tiempo, algunos de esos seres que adoctrinan desde las instancias del poder, se han fijado en las mujeres, un colectivo que continúa siendo utilizado con total desfachatez para sacar rédito político.
Ahora quieren borrarnos del mapa, que renunciemos a nuestros derechos y que cedamos nuestro espacio por ley a aquellos que nos dan codazos, en vez de buscar un lugar alternativo. Y ahí el feminismo no puede ceder. La conquista de décadas no debe ser olvidada, ni doblegarse ante términos absurdos y definiciones fuera de lugar.  
Por eso, que me digan ahora en qué consiste ser mujer, me choca. Nuestra biología no se puede cambiar y somos las que parimos, por lo que tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, las que cargamos con la regla, las que pagamos los tampones y las compresas, cuyo IVA llevan años prometiendo rebajar los gobiernos y no lo hacen, y las que también pasamos la menopausia. No se equivoquen: ni seres gestantes ni gaitas. Las mujeres somos únicas, con nuestros defectos y nuestros maravillosos privilegios. Y las que yo conozco, las de generaciones anteriores y mis coetáneas, somos extraordinariamente fuertes, capaces de soportar esos inconvenientes biológicos porque nos hemos visto obligadas a salir adelante sin descanso, pero con determinación. Y nos hemos tomado bajas médicas cuando ha sido menester, pero nuestra privacidad es sagrada. Y no tenemos por qué detallar nuestras dolencias, como tampoco se lo exigimos a otros. O a otres. Que conste que las bajas por contingencia común abarcan dolores y malestar tan intenso como el de las menstruaciones, pero no nos etiqueten ni nos obliguen a explicar en qué momento del ciclo nos encontramos.
Poco ha logrado la cuchipandi de Irene Montero en pro de la igualdad desde que ha llegado a su ministerio, convertido en una máquina de  promover estudios absurdos, cambiar unos clichés por otros y hacernos comulgar con ruedas de molino a los que no asumimos sus costosas ocurrencias. No creo que las bajas de tres días por regla inviten a los empresarios a contratar más mujeres, precisamente.
Donde es preciso incidir es en la lucha contra la violencia, que las cifras de asesinatos y violaciones son insoportables,  en un apoyo efectivo a las mujeres, solas o con hijos, a fin de que puedan conciliar, y en ofrecer empleo en condiciones, que tenemos una de las tasas de paro femenino más alta de Europa. Y, lo siento, pero nuestros derechos no pueden taparse con más privilegios para los hombres. Que aumenten su baja paternal, vale, pero, sobre todo, reivindico que las madres tengan un periodo más prolongado que las 16 semanas de toda la vida para el cuidado de sus bebés, sin tener que pedir excedencia. Señores míos, el vínculo con el hijo es único. Y nunca habrá leyes que lo rompan. Pura biología.