Editorial

Los nuevos estímulos para reanimar a la Unión Europea no gustan en EEUU

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La Unión Europea tiene que mantener su fuerza. Frente a gigantes como Estados Unidos y China y frente a quienes ponen en duda las posibilidades reales de que juegue un papel fundamental en el ámbito geoestratégico. También ha de reafirmarse ante los europeos que la miran con escepticismo e intentan minar esa firmeza desde dentro, predicando las ventajas de las individualidades de cada país sobre la propia Eurozona. Las elecciones del 26 de mayo han mostrado que el euroescepticismo se va extendiendo como una mancha de aceite y que arrecian las voces que proponen cambios y que llegan a cuestionar los cimientos de la propia Unión, sin olvidar la materialización del Brexit a finales de octubre, con el riesgo añadido de que la salida del Reino Unido tenga ese carácter abrupto de la falta de acuerdo, que dejaría alguna que otra grieta en la línea de flotación del buque comunitario. 

Por todo ello, por esa necesidad de acallar voces opositoras externas e internas y por las propias necesidades económicas y financieras de los Veintisiete, el Banco Central Europeo plantea la conveniencia de echar mano de las medidas no convencionales a su alcance, a modo de estímulos monetarios, entre los que figura una rebaja de los tipos de interés, que actualmente están en negativo, y la reactivación de la compra de deuda. El objetivo final es elevar la inflación al entorno del 2 por ciento y, con ello, generar una reactivación de la economía. El presidente del Banco Central, Mario Draghi, recuerda que existen amenazas significativas como el proteccionismo, los factores geopolíticos y la vulnerabilidad de las economías emergentes y avisa de que, en caso de que las perspectivas no mejoren, habrá que ajustar la orientación de la política monetaria. No cree que haya que mantener en pie tabúes sobre las decisiones a tomar y se muestra partidario de la flexibilidad -hasta donde sea necesario aplicarla- para dar respuesta a cualquier reto que amenace la estabilidad de los precios. Él dejará el cargo el 31 de octubre, pero no quiere irse sin poner en funcionamiento todos los mecanismos disponibles para lograr la reactivación de la Unión Europea. Así lo ha subrayado en el foro de bancos centrales que se celebra en la ciudad portuguesa de Sintra.

A Donald Trump le ha faltado tiempo para criticar esa política de estímulos porque facilita a los países de la Unión Europea competir contra Estados Unidos. Y es que de eso se trata, de ser competitivos, de mantenerse en primera línea, de ser un elemento principal y situarse entre los grandes de la economía mundial, así que no es extraño que no guste a la primera potencia mundial. Es el reflejo del famoso dicho de «ladran, luego cabalgamos».