Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Una Justicia despolitizada

19/10/2020

Las manos de la política llevan demasiado tiempo enfangando la labor de la Justicia en nuestro país. Más en concreto, desde 1985, cuando Alfonso Guerra decretó la muerte de Montesquieu. Ha habido algunos intentos razonables por modificar ese panorama, con escaso éxito. La situación actual es posiblemente la más preocupante de cuantas se han vivido hasta el momento. Los dos partidos mayoritarios no se ponen de acuerdo para renovar los órganos superiores del edificio judicial, en especial, el gobierno de los jueces.
Hubo un intento hace dos veranos que resultó fallido en su momento crucial. Desde entonces, tan sólo se han producido cruces de acusaciones o algo peor. El Gobierno socialcomunista, impelido por concretar la renovación del CGPJ, quizás urgido por los problemas judiciales que atenazan a Pablo Iglesias, anunció que tiraba por el camino de en medio y que procedería a renovar el Consejo mediante un atajo parlamentario y sin contar con el respaldo preceptivo de los dos tercios del Hemiciclo. Es decir, que se cargaba directamente la independencia judicial y pasaba a convertir este órgano supremo en un mero apéndice del dictado del Ejecutivo.
Semejante enormidad, no tan sólo anunciada sino presentada ya formalmente en Congreso, fue recibida con estupor, no solo por la oposición, que puso el grito en el cielo, sino en el Consejo europeo, que envió mensajes a Pedro Sánchez sobre lo poco razonable de semejante iniciativa. Ante tan masivo rechazo, el presidente del Gobierno español parece haber levantado el pie del acelerador y ha mostrado su disposición a volver a negociar el asunto con el PP. Pablo Casado, por su parte, mantiene su mano tendida, pero bajo unas condiciones, en especial, que Podemos no participe en estos encuentros.
La renovación de los vocales del CGPJ no es asunto fácil aunque debería prevalecer, por encima de todas las cosas, una firme voluntad de las dos partes para superar el actual estado de las cosas y suscribir un acuerdo decisivo y definitivo para que la política deje de manosear impune y alegremente el mundo de la Justicia. Suena a imposible pero, sin lugar a dudas, es lo más sensato y, desde luego, lo más democrático.