Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Nostalgia del Corpus

11/06/2020

Este año nos han robado una de las fiestas más bonitas del mundo, nuestro Corpus. Casualidades de la vida, tras más de treinta años escribiendo sobre esta celebración, este jueves me toca sumirme en la nostalgia, muy propia cuando recordamos unos tiempos que no volverán, que nos marcaron irremediablemente y que contribuyeron en gran medida a perfilar las personas que ahora somos.
Creo que hoy, jueves, habrá disparos de bombas reales. Y me volverán a despertar. Y se oficiará una misa, pero la Custodia no recorrerá el Casco Histórico. Nos hemos perdido el magnífico escenario de las calles engalanadas con faroles, reposteros, mantones, flores y esas guirnaldas de boj que dan el toque mágico a un cielo peculiar tapado por los tradicionales toldos. Y echaremos de menos los magníficos tapices de la colección del Cardenal Porto Carrero que adornan las fachadas de la Catedral y que solo permanecen expuestos mientras desfila la procesión.
La expresión de ‘ya huele a Corpus’, esta vez no se ha hecho realidad. Tampoco hoy en las calles empedradas será fácil escurrirse con los zapatos nuevos, tropezando con las ramas de tomillo y romero que confieren a nuestra fiesta grande ese aroma que despierta los sentidos, tanto como los colores de las túnicas de los Infanzones de Illescas, los Investigadores, el tono pardo de las capas del Gremio de los Hortelanos o el negro brillante de las mujeres que desfilan entre encajes y mantillas, en contraste con el blanco inmaculado de los niños de comunión, en un espectáculo que mantiene toda la esencia de siglos pasados.
No veremos caer esos pétalos de flores que riegan la Custodia a su paso bajo los balcones de las angostas calles toledanas ni seremos testigos de la mágica alegría que marca el comienzo de nuestro verano.
Porque el Corpus también es fiesta, es recorrer las calles engalanadas la víspera, descubrir la belleza de los patios, los rincones más hermosos cuajados de plantas, bailar en las verbenas de Zocodover o el Ayuntamiento, asistir a algún que otro concierto, vivir con pasión la celebración que nos ha unido a lo largo de siglos, más allá de las creencias religiosas, más allá de cualquier condición social. El Corpus es el alma de Toledo, es el balcón de nuestra infancia, es ese descubrimiento de nuestra impresionante ciudad, que recuperará su esplendor, seguro, el año que viene. Mientras, quedémonos con nuestros recuerdos, una sentida añoranza y disfrutemos a nuestra manera de esa fiesta que pudo ser y no fue.