Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Préstamos entre culturas

17/12/2020

Se ve más gente por el campo, tal vez porque ahora no hay muchos más sitios a donde poder ir. A unos se les ves recreándose entretenidos y a otros perdidos, desorientados, sin referencias, sin poder poner nombrar lo que ven.  Nos decía Platón que cuando se saben los nombres se saben también las cosas porque una vez que conocemos algo, para diferenciarlo y comunicárselo a los demás, le damos un nombre. Las palabras concretan las cosas y estas existen gracias a las palabras adecuadas.
La pérdida de población de nuestros pueblos fue un fenómeno tan brusco que no solo nos alejó del entorno natural, sino también de los conocimientos para desenvolverse en el medio rural, muchos de ellos transmitidos oralmente. No todo lo natural es seguro y saludable, por lo que saber las propiedades de cada planta y poder distinguir las útiles de las que entrañaban algún peligro era vital para la comunidad.
Sin haber aislado las tóxicas lectinas, proteínas que les sirven a las plantas para defenderse, el saber tradicional conocía que las legumbres eran más nutritivas y menos indigestas si se ponían toda la noche en remojo y, tras haber cambiado el agua, se cocían. Sabía que son peligrosas las almendras silvestres, con glucósidos cianogénicos, cuya toxicidad depende de que su consumo conlleve una concentración de cianuro suficiente para ser mortal. La planta defiende sus semillas, con el sabor amargo de la amigdalina, para disuadir y el que insiste se encuentra con su efecto letal. Que los tomates verdes y los brotes de las patatas, no tenía noticia de las solaninas, pueden dañar la salud y deben guardarse estos tubérculos en lugares oscuros, frescos y secos para que no broten. Que los hongos silvestres son peligrosos si no se aprende a distinguir los venosos, aunque por la muscarina tengan alguna aplicación. Identifica las ‘malahierbas’, que crecen entre las comestibles, carcinógenas genotóxicas por los alcaloides de pirrolizidina. Usa las manzanillas como digestivos, las árnicas para golpes y magulladuras o las retamas para hacer escobas y por experiencia entiende que cocer, tostar, fermentar o germinar hace comestibles algunas especies.
Por eso suele elegir nombres alusivos a los efectos que ha observado o a los lugares donde se encuentran. La botánica, a su vez, les pone nombre en latín a las especies vegetales, con variados nombres populares, con el fin de asociarlo a sus características descritas y que los distintos sinónimos no nos confundan.
La diversidad de plantas, que aprovechaban las gentes, era mucho más amplia a la que en la actualidad procura alimentos, la mayoría en monocultivos, a una población que compra vegetales listos para consumir y sometidos a un sistema de control de la calidad e inocuidad de los alimentos. Los etnobotánicos investigan esa relación de las poblaciones humanas con las comunidades vegetales de su entorno y están recuperando fuentes valiosas de alimentos y bebidas que habían sido olvidados. Reúnen el saber botánico y el tradicional, préstamos entre las culturas científica y popular.