Francisco Javier Díaz Revorio

El Miradero

Francisco Javier Díaz Revorio


A vueltas con el lenguaje no sexista (I)

14/06/2019

He escrito varias veces sobre la cuestión del llamado ‘lenguaje no sexista’, y como no quiero repetirme, puedo sintetizar mi opinión en breves ideas: 1) desde el punto de vista lingüístico,  el idioma español no es sexista; por tanto, cuando hablamos de sexismo nos referimos al sexismo del hablante (o del escritor), pero no del idioma; 2) los imperativos legales que imponen a los poderes públicos la utilización del lenguaje no sexista no son incompatibles, si se interpretan correctamente, con los parámetros que la Real Academia Española establece para el correcto uso del idioma; y, por tanto, no deberíamos interpretar unos y otros imperativos en sentido contradictorio; 3) como consecuencia de lo anterior, utilizar un lenguaje no sexista (o todavía mejor, no ser sexista en el uso del lenguaje) no puede implicar la necesidad de buscar formas femeninas a todos los sustantivos epicenos, ni la de desdoblar sistemáticamente en la expresión todos y cada uno de los sustantivos o adjetivos que tienen formas distintas según el género. Esto del desdoblamiento, por lo demás, es tan impracticable de forma generalizada, que creo que hoy comienza a abandonarse esa tendencia de desdoblamiento universal, tanto en el lenguaje hablado como en el escrito. Por ello se van buscando otras alternativas. Me referiré ahora a dos de ellas, tampoco exentas de dificultades, como sería lo que llamaríamos el ‘desdoblamiento selectivo’, y la búsqueda de términos genéricos, cuyo género inequívocamente no les ‘marca’ en términos de sexo.
En cuanto a lo primero, es incluso tradicional empezar una alocución diciendo ‘damas y caballeros’ aunque luego se utilice el masculino genérico con sentido inclusivo en el resto del discurso. Más preocupante es cuando el criterio de selección tiene claramente un sesgo político. A algunos líderes políticos les escuchamos siempre decir ‘trabajadores y trabajadoras’, pero en cambio referirse exclusivamente a los ‘poderosos’. Incluso normas como el Real Decreto-Ley 6/2019 dicen alguna vez ‘trabajadoras y trabajadores’, pero jamás utilizan el término ‘empresaria’, aunque sí ‘empresario’. Supongo que subyace aquí la idea de empatizar con los colectivos históricamente preteridos o en mayor situación de necesidad, pero no veo en qué beneficia a la mujer la omisión o desaparición selectiva de la forma femenina solamente en aquellos términos que se refieren supuestamente a posiciones de mayor dominio, como ‘poderoso’ o ‘empresario’. Incluso, en términos lógicos y en un contexto de desdoblamiento, alguien entendería que quedan fuera del término las mujeres poderosas… En cuanto a la segunda técnica antes apuntada, me referiré a ella en el próximo ‘miradero’.