José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Una Medalla de los toledanos y para los toledanos

21/12/2020

Comienzo este pequeño y humilde espacio semanal de bagatelas toledanas y otras cosas con el deseo de que pueda ser interesante o, al menos, útil a los lectores que tengan la amabilidad de detenerse y prestarle una parte de su atención. Y me encanta comenzarlo hablando de un tema que me gusta tratar, quizá porque he tenido la oportunidad de tocarlo en ocasiones anteriores en el negro sobre blanco: la Medalla de Oro de Toledo.
Días atrás, la alcaldesa de Toledo anunció en una rueda de prensa junto al edil de Cultura que, este año, la Medalla de Oro de la Ciudad se concederá a la ciudadanía de Toledo por el esfuerzo y comportamiento ejemplares demostrados durante esta maldita pandemia que todavía estamos arrastrando. Desde entonces, he escuchado y leído opiniones de todos los gustos. Hay quienes lo han considerado como un acierto por parte del Consistorio; otros, ven cierto populismo en una concesión aparentemente tan genérica; un tercer grupo concibe esta condecoración como un reconocimiento personal o, al menos, más concreto en una determinada persona física o jurídica; y, por supuesto, están aquellos a los que, sinceramente, les trae sin cuidado esta decisión. Para tener una opinión fundada sobre este asunto, conviene que hagamos algo de historia para ver sus dos aspectos esenciales: uno, los méritos que requiere; otro, quién puede ser agraciado con esta condecoración.
Son ya noventa y cuatro años los que tiene la Medalla de Oro. Desde su primer Reglamento, de 1926, esta condecoración premia «actos, méritos y servicios extraordinarios que espiritual o materialmente enaltezcan a Toledo». Espíritu que se mantiene, con otras palabras, en el Reglamento de 1967 cuando dice que la Medalla premiará «actos, méritos, servicios extraordinarios, especiales realizaciones y actuaciones de todo orden» y que desde el año 2010 dice que reconocerá «méritos extraordinarios que concurran en personas, entidades o corporaciones, tanto nacionales como extranjeras, por haber prestado o dispensado honores o beneficios de cualquier orden a la ciudad de Toledo».
Si tenemos en cuenta que los toledanos hemos actuado con responsabilidad contra un enemigo que, además de invisible, es aún un gran desconocido, pienso que es un acierto que se atienda a las circunstancias excepcionales que padecemos y se premie el esfuerzo del gran colectivo anónimo que saca día a día adelante a la sociedad. No creo que esta concesión tenga vocación política, pero sí considero que, si se concede a todos los toledanos contemporáneos de la pandemia, debe hacerse sin ningún tipo de sesgo, resaltando a todos y a ninguno y destacando como eslabones sociales a cada uno de los sectores y colectivos de la cadena sanitaria que han velado por la salud de los vivos y el descanso de los muertos. El mérito es haber pensado y actuado en plano de convivencia, buscando la salud de todos y la propia -una a través de otra-, y siempre con el valor de continuar desarrollando una vida medianamente normal luchando contra el ‘corona’.
Hay que añadir, por cierto, que no sería la primera vez que se premiase con la más alta distinción local a un colectivo tan amplio. Como muestra, la concedida el 21 de octubre de 1975 a las Fuerzas de Orden Público a instancias del entonces concejal Mariano Martínez Herranz. Y me da la sensación de que el ejemplo de Toledo no va a ser una muestra aislada en esto de premiar a los ciudadanos.

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