Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


La teoría de los pasteles o cómo nos empobrecen los de siempre

22/12/2020

Los que, desde fuera como ciudadanos y no como expertos, miramos la economía con interés y preocupación puesto que saber de ella nos condiciona la vida; observamos estupefactos con el paso de los años cómo se va convirtiendo un saber de base científica en un mero instrumento manoseable y adaptable al servicio de cada causa política. Rotas, con razón y pruebas, las teorías maximalistas y antagónicas de siglos anteriores que se articulaban al menos en dos bloques (pensamiento liberal y pensamiento socialista), parece que toca ahora escuchar una colección tan grande e inclasificable de opiniones expertas, que no podemos saber a ciencia cierta si las líneas económicas que nos proponen los gobiernos estarán bien encaminadas o, por el contrario, nos harán permanecer en la cuneta.
Qué quieren que les diga: como todo en la vida la gente sencilla o ajena al tema creo que debe tirar de experiencia vital, recuerdo histórico o evidencias en las propias carnes. La mayoría que se para a pensar sabe que, por ejemplo en España, por más que nos quieran vender una moto, seguir gastando desordenadamente desde una caja que ya no tiene dinero, no puede llevarnos a nada bueno.
La política económica de muchos gobiernos es la negación de la realidad tangible, y una vulneración flagrante del manchego principio ‘las gallinas que entran por las que salen’. Con descenso en turismo, divisas, exportaciones, etc. no entran las gallinas que, por otra parte, no paran de salir por el incremento necesario del gasto social con la pandemia (y del innecesario de comprar voluntades nacionalistas para anclarse en el sillón, del que ya sabemos). Ningún economista de referencia puede retorcer ese hecho para justificar los presupuestos que se están tramitando.
Otra teoría de cosecha propia también evidente, pero ignorada (esta vez por la mayoría de la población), es la de los pasteles: si tú quieres unos pasteles no los buscas en una zapatería, y vas a por ellos a la confitería. Cómo es lógico, si quieres dinero sin hacer trampas (sin fabricarlo como en Venezuela en una máquina), a quien tienes que ir es a los ricos. Los políticos de siempre, acompañados por un coro ciudadano aplastantemente mayoritario, niegan a cada minuto esta teoría, defendiendo que, lo justo, es que los ricos nos den porque sí (o por ‘justicia’) su dinero, es decir, los pasteles. Los ricos se ríen, le dan una tecla, y el dinero se va a otro país. España se hundirá si no cuida a quienes tienen dinero, poco o mucho, pues es lo único que necesitamos para pagar nuestros derechos. Los tributos siempre generan injusticia en el sentido ético/religioso, pero debemos sólo pensar que necesitamos su pasta aunque ellos ganen: un uno por ciento sobre el patrimonio de un multimillonario permite pagar mil veces más pensiones que el gravamen de un cuarenta por ciento sobre uno de nuestros salarios medios, que no cubre ni siquiera una sola cobertura social a otro contribuyente. Esta realidad no puede retorcerse invocando a Marx o a la ministra de Hacienda. Feliz Navidad y feliz vacuna.