Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Juego clandestino

02/12/2020

Consuegra. Primeros días de junio de 1930. Tres de la mañana. Félix R.T., como la mayoría de las noches, abre con sigilo la puerta de su casa para dirigirse a la fonda principal del pueblo en la que se monta una importante timba donde se cruzan cantidades de consideración.
A pocos metros, un embozado se ampara en las sombras pegado a un muro; antes ha roto la bombilla que extendía una mortecina luz sobre la calle empedrada. De la mano derecha le cuelga un hacha mediana.
Nada más poner los pies en la calle Félix, el tapado se abalanza sobre él, apenas puede esquivar levemente el primer golpe -pero eso le salva la vida- que le abre una brecha lateral en la cabeza hasta la oreja, cae al suelo y, aún aturdido, frena un segundo envite agarrando del mango el hacha, forcejean, Félix pide auxilio a grandes voces y el agresor huye dejando la macheta.
Los vecinos le atienden, llaman al médico y a la Guardia Civil. Después de ser curado, habla con los guardias y les confiesa el lugar donde clandestinamente se reunían varios vecinos y forasteros para jugar a los prohibidos, opina que el móvil de la agresión tenía que ser el robo y que sólo podía ser algún miembro de la partida que conociera bien sus costumbres, asegura que el desconocido llevaba un capote de los que habitualmente utilizan los gañanes y que, por la apariencia, el agresor le había parecido un compañero de juego y convecino suyo llamado José D. T.
Los guardias le buscan temprano, está en la plaza de la Constitución acompañado de Emilio M. M., ambos son llevados al cuartelillo a declarar. Tienen coartada, han pasado juntos la noche en diversos lugares con testigos y sin relación alguna con el delito. Aun así, piden registrar sus casas. En la de Emilio encontraron en la cuadra un capote idéntico al descrito por Félix partido en dos pedazos y recién cortado. Emilio también echó en falta un hacha destinada a usos domésticos y reconoció como suya la que le enseñó la Guardia Civil.
Siguen las investigaciones durante días que van a parar a la persona que cuidaba de los ganados de Emilio, que entra y sale libremente en sus cuadras y en su casa y ocasionalmente participaba en las partidas clandestinas: Filemón M. P. -que es hermanastro del agredido- y su madre Juana P. S. T. como cómplice. La pantalla era el robo, el motivo la venganza personal.