Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Despistando a la esfera pública

11/06/2020

La esfera pública, marco teórico propuesto por el filósofo político Jürgen  Habermas, es donde se reúne la comunidad para compartir información, forjar opiniones y tomar decisiones. No es un espacio físico como tampoco lo es el mercado de ideas con el que se relaciona. En el sentido de que si dejáramos competir a las ideas buenas y malas, siempre que el mercado fuese perfecto- difícil de encontrar fuera de la teoría-, triunfaría la verdad, contemplada con moral utilitarista, más provechosa para la sociedad.
Como sociedad política, sociedad natural reorganizada y ordenada para su subsistencia, generamos información que debe difundirse entre la colectividad para que esta pueda decidir con mejor acierto. Es en esa esfera pública, de existencia no real, donde los individuos debaten sobre las necesidades del conjunto, discutiendo razonadamente sobre sus asuntos con el ánimo de llegar a un acuerdo. Ese intercambio de información sobre lo que sucede, tan práctico para tomar decisiones en beneficio de todos o al menos acordadas por la comunidad, ha ido tomando cada vez mayor ritmo y velocidad a medida que nuevas formas de comunicación han ido tomándose el relevo.
Fueron los periódicos de masas- origen de la profesión de periodista- los primeros que llevaron y trajeron noticias por el mundo pero solo llegaban a una parte de la población, aquellos que sabían leer y además tenían acceso a la prensa. Se fueron sumando la radio y  la televisión, medios al alcance de la mayoría, que difundían información a mucha más gente gracias al audio y a la imagen. Hasta nuestros días en los que el desarrollo de internet ha favorecido la irrupción de las redes digitales, por las que circula una cantidad ingente de información, ayudando a expandir la esfera pública.
Sin embargo, estas redes digitales también comportan una ruptura de la esfera pública, porque van acompañadas de una gran difusión de desinformación interesada.  A menudo lo que vemos es como las redes sociales hurtan debates serenos y productivos de donde correspondería en el ejercicio democrático y dan paso a la teatralización de la esfera pública, convirtiendo la realidad en un discurso. No se confrontan ni se compite por ideas y políticas públicas. Por la esfera pública deambulan actores que sobreactúan, exagerando como en el teatro kabuki los gestos y posturas para que el personaje sea fácilmente reconocible. Aparecen intérpretes empolvados y afectados que señalan el objetivo a abatir sin más esfuerzo que cambiar de máscara griega. Asoman tipos de la comedia del arte italiana que van despistando al público con distorsiones interesadas mientras se urden las intrigas. Como los pliegos de cordel se compran los tópicos de los argumentarios que retuercen la realidad hasta acomodarla a un proyectil con que atacar y desconcertar al adversario, ampliando la gresca polarizada e improductiva que multiplican las redes.
En esa espiral también tiene el público su papel en la escena de la esfera pública. Creyendo sin cuestionar los mensajes manipulados, despreciando las verificaciones y desacreditando al que las ofrece, sumándose a las hostilidades y despistándose con las máscaras seductoras sin querer saber más del actor ni del autor.