Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Volviendo a las andadas

22/11/2021

Hay artículos que se escriben como Odón Elorza votó al juez Enrique Arnaldo para formar parte del Constitucional: tapándose la nariz. Sinceramente, no creí que tuviera que volver a abordar el tema de la Covid-19. Como la mayor parte de los españoles me sentía orgulloso, por una vez, de haber dado una lección a Europa, yendo en masa a vacunarnos, al punto de tener al bicho bajo la bota, en espera de arrojar al cubo de la basura para siempre las asquerosas mascarillas. Pero lo que fue un éxito colectivo, un éxito de la ciudadanía,  por culpa de los políticos y de los jueces, está a punto de joderse de nuevo. Y es que un país que se olvida de sus errores, está condenado a no levantar cabeza.
Una vez más vivíamos en la ciudad alegre y confiada, entregados en cuerpo y alma al drama de la isla de la Palma o a las peleas de patio de colegio de nuestros políticos. Hasta que de repente oímos que la poderosa Europa del Norte, esa misma que no para de darnos lecciones de todo, empezando por Alemania, alcanzaba, día tras día, récords de contagio, por culpa, básicamente del estancamiento en la tasa de vacunación (en torno a ese 70% que, en palabras de los expertos, aseguraría la inmunidad de grupo). Pero el asunto, claro, no iba con nosotros, confiados, como estábamos, en nuestra certeza de tener los deberes bien hechos.
No teníamos controlado por completo al virus, pero la incidencia de menos de 50 contagiados por 100.000 nos permitía mantener, si no la euforia, sí, al menos, un optimismo moderado. Poco a poco, sin embargo, la incidencia fue subiendo hasta alcanzar el fatídico 100 esta misma semana. Y, de nuevo nos entró el temblor, y aún más cuando nuestras autoridades sanitarias nos aseguran que hay que ir hacia una tercera 'toma' en vista de que la eficacia de las vacunas se debilita con el transcurso de los meses.
Voces autorizadas advierten todos los días de la urgencia de medidas como la utilización del pasaporte Covid en restaurantes, bares, reuniones, espectáculos, etc. Cosa absolutamente lógica y natural para defendernos de quienes no les ha parecido oportuno pincharse. Pero, una vez más, ya está liada la bronca, con unos políticos enfrentados, unos jueces empeñados en preservar nuestras libertades hasta la muerte y con diecisiete reinos de Taifas que no se ponen de acuerdo en nada. Y así, en vez de nombrar y dar plenos poderes a un comité de expertos y dejarse ya de pamplinas, vamos de nuevo, para no ser menos, hacia la nueva ola, que avanza de norte a sur, de Navarra, Aragón y Euskadi, amenazando Castilla León y Cataluña.
Y, como de costumbre, en vez de adelantarnos a la situación, esperamos que las cosas se tuerzan del todo para actuar, porque lo nuestro es el diálogo de sordos y el cogérsela con papel de fumar bambú. Que si esto es o no es legal; que si el señor juez de tal sitio canta en re y el otro en fa (de tal modo que ya son legión los ciudadanos que no dan crédito a esta costumbre de los señores togados de inmiscuirse en asuntos que deberían ser estrictamente médicos).
Por no hacer caso, ni tan siquiera atendemos a nuestro rico refranero que, entre otras sentencias dignas de señalar al respecto, figuran algunas perfectamente aplicables al caso que nos ocupa, como aquella que dice: 'Cuando ves las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar', o aquella otra, tan española, «Entre todos la mataron y ella sola se murió». Desde luego, está claro que si, por un motivo u otro, dejamos que, una vez más, los acontecimientos nos desborden, no tendremos perdón de Dios. Y es que, señores gobernantes y señores jueces, hay vidas de por medio, y con las vidas no se juega. Ya lo hicieron ustedes antes y salieron 'de rositas'. Ahora, sin embargo, sería distinto, porque llueve sobre mojado. Y es que no hay cosa más triste en la vida que morir de éxito.

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