Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Lecturas de otoño

28/10/2020

Siempre he pensado que el otoño es la época más bella del año. No sólo por la espléndida variedad cromática que despliega, convirtiéndose en una maravillosa sinfonía de múltiples matices y tonalidades, sino también porque es el momento en el que el espíritu, con más facilidad que en otras estaciones, se eleva desde la contemplación ensimismada de la hermosura de la naturaleza a la reflexión serena sobre lo esencial de la existencia humana. Los días lluviosos, proclives a la melancolía, lustran el alma, fecundándola en su más hondo seno, sembrando la potencia germinadora de una creatividad presta a fructificar.
Este tiempo contemplativo, introspectivo, es momento propicio para dedicarse a la lectura. Quizá este extraño, atípico otoño, marcado por la pandemia que nos azota, por la angustia existencial que nos quiebra tantos asideros, lo sea especialmente. En las situaciones de oscuridad, el libro vuelve siempre como un amigo fiel, que nos conforta, restañando las heridas que la vida nos inflige. La lectura es el oasis donde saciamos la sed, tras la larga travesía por un desierto del que aún desconocemos su límite. Leer permite evadirnos de un dramático presente que nos desgarra, pero al mismo tiempo, nos ofrece las armas para afrontarlo con éxito. Cada uno tenemos nuestra personal e íntima biblioteca interior, la construida en nuestra alma por las diferentes lecturas que han ido jalonando nuestro devenir. Ningún fuego puede devorar ese palimpsesto interior sobre el que hemos escrito y reescrito mediante los libros que se han ido sedimentando, serenamente a veces, otras de modo tempestuoso, las más, quizá, pacífica y gozosamente.
Es la lectura nuestro mejor aliado en un tiempo en el que la libertad individual parece amenazada por tantos enemigos sutiles, o, en ocasiones, burdos y descarados, que no creen en ella. Si hay algo en lo que insisto a mis alumnos en la Universidad es que lean, para no ser manipulados; para comprender el mundo que les rodea; para, construyéndose como personas libres y maduras, puedan analizar, apartando sesgos interesados, la realidad en la que están inmersos. Leer para comprender, leer para generar Logos, que ya los griegos descubrieron que era razón y palabra, palabra que expresa lo pensado, pensamiento que se comunica generando diálogo. Ser libres, con libros; contemplar la verdadera luz, ascendiendo desde la caverna de las sombras engañosas. Un libro puede transformar radicalmente nuestra existencia. ‘Tolle et lege’, ‘toma y lee’ escuchó, en medio de una situación de zozobra espiritual, Agustín de Hipona; y cuando obedeció a esa voz infantil, cambió su vida.
En estos tiempos de dolor, de oscuridad, de experiencia de fragilidad, también nosotros podemos tomar un libro en nuestras manos, aprehenderlo con el espíritu, y sentir su fuerza renovadora. A la cálida luz del otoño, el libro hará  madurar el fruto interior que pugna por abrirse paso en nuestro corazón, estallando en semillas fecundas que, cuando llegue al fin la primavera, brotarán impetuosas.