Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Al reencuentro del viaje

29/06/2019

Recupero mi segunda vocación – la primera fue siempre esta de hacer lo que ahora leen, o sea escribir– que durante demasiado tiempo he tenido un poco oxidada: volver a la senda viajera. Abandonada nunca  ha estado del todo y he intentado siempre aprovechar los resquicios. Incluso de manera provechosa, pues resulta que, en ocasiones, no es necesario ir muy lejos ni descubrir siquiera paisajes nuevos. A veces el más cercano es que provoca las mas hermosas emociones pues redescubrir lo querido es uno de los mayores placeres de los hombres.
 Pero echaba de menos el veneno de la expedición con su pequeño componente de aventura, nunca insensato. Para nada me ha interesado lo de tirarme por puentes ni ponerme en peligro, a mí y a otros, por no se qué subidón de no sé que tontería. Mis maestros en estas cosas me enseñaron que el esfuerzo y la valentía son cosas muy diferentes y contradictorias con esta moda estúpida que en no pocas ocasiones acaba poniendo en juego medios y vidas ajenas para rescatar al ocasionado de turno. Lo primero es saber cuál es el límite, la preparación, las fuerzas y la edad, que esa también importa, para no hacer cargar a los otros con tu derrumbe y tus fardos.
Para esta nueva, que ya habré emprendido cuando vean esto, lo primero ha sido recordar estos principios. Y buscar, en eso siempre he sido y me enorgullezco, muy afortunado, los mejores guías y maestros. El primero, mi añorado Miguel de la Quadra Salcedo pero sin desmerecer a Manu Leguineche, Javier Reverte o Juan Luis Arsuaga a los que he procurado seguir, y en ocasiones acompañado, por la huella de sus libros o sus descubrimientos.
Es ahora con Enrique Baquedano un colega de Arsuaga y coodirector junto a él del gran yacimiento neandertal de Pinilla del Valle, donde están cambiando la imagen de aquella especie, tan plena y fieramente humana como la nuestra y que con nosotros compartió la tierra, con quien emprendo este nuevo periplo que verdaderamente ansiaba. Porque, además, me lleva a África y encima al reencuentro con otras dos pasiones mías siempre presentes: la naturaleza y la prehistoria. Porque Baquedano, hoy los paleoantropólogos españoles están a la cabeza en el mundo y esta es una prueba, es también el director, nada menos, que  de las excavaciones en la garganta de Olduvai (Tanzania). Sí. El lugar donde los Leaky descubrieron a Lucy, aquella Australopitecus, referente máximo de los orígenes y evolución de los homínidos y ancestro del género Homo. Allí estaré con él y con su equipo intentado aprender mucho y no molestar demasiado.
 Todo viajero descubre sus lugares, o se descubre en ellos, que es lo mismo. Yo descubrí África mucho tiempo después de haber rodado ya por bastantes sitios, mi querencia Hispanoamericana por delante siempre e incluso la Pacífica, y hasta después de haber andado por ese mismo continente en sus versiones magrebíes, desérticas y atlánticas. Pero yo no había descubierto aún Africa, el hogar primigenio de la humanidad, y fue por Javier Reverte  por quien lo hice. Un día en Brihuega ganándome al mus, en casa y compañía de Manu, me dijo. «Sabrás cuando estés allí  que has vuelto al lugar del que venimos.  Lo sabrás  por los olores, por los colores, por los sonidos, por la noche. Lo sentirás dentro  y ya no dejarás de  volver en cuanto puedas». Eso, a mí, me sucedió en Bostwana. Y fue cierto. Y  volví cuanto pude, Y que por ello ahora vuelvo.
Mi camino hacia Olduvai tiene además algunas propinas imperdibles. La primera escala, y aterrizaje, es Kilimanjaro, no hay tiempo ni facultades ni quizás ganas para subir sus casi 6.000 metros, pero podré contemplarlo al menos, y luego si que habrá que cruzar el Gorongoro, y esa es, mas que una ruta, una recompensa antes de llegar al principal objetivo en esa garganta, cuna de la humanidad entera. Y todavía una expectativa y el cumplimiento de un gran deseo personal: Poder conocer a los Hasa, la única etnia que aun queda en el mundo de cazadores y recolectores, los últimos paleolíticos que existen.  Si tengo la mínima posibilidad la aprovechare al máximo. Y a  lo mejor, y aunque pensaba, con mi última novela prehistórica La canción del Bisonte, haber puesto punto final a esa saga, resulta que inicio otra.
Se lo iré contando, si puedo, desde allí. Si no habrá de ser al regreso, ya para la segunda semana de julio.