Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Un centenario olvidado

19/06/2019

Una de las mayores quejas que tenemos docentes e historiadores es la constatación de la profunda ignorancia que de la historia de España existe en nuestro país. Ignorancia que, combinada con la tergiversación y excesiva politización, lleva a posturas antagónicas, como complejos absurdos de inferioridad o de superioridad. Conocer bien nuestro pasado es condición ineludible para construirnos como sociedad democrática y moderna, consciente tanto de las luces como de las sombras que han tejido esa historia, que no son ni mayores ni peores que las de cualquier otra nación de nuestro entorno.
Esa ignorancia afecta a personajes y acontecimientos que nos han influido más de lo que creemos. Esta semana, sin ir más lejos, vamos a conmemorar, sin que lo conmemore apenas nadie, el centenario de la creación en Toledo, por parte del cardenal Victoriano Guisasola, de la Acción Católica de la Mujer, una institución que, junto a su finalidad religiosa, supuso un gran impulso para la promoción de las mujeres en nuestro país. Sobre Guisasola, quizá la figura más avanzada del catolicismo social español de su época, llamado el ‘demócrata purpurado’, cuando en España se imponían corrientes intransigentes, volveré otro día, pues vale la pena rescatarlo del olvido.
El 23 de junio de 1919 Guisasola constituyó en Toledo la Acción Católica de la Mujer, presidida por la marquesa viuda de Gallegos. La finalidad era defender los intereses religiosos, morales, jurídicos y económicos de las mujeres españolas; fundar, impulsar y proteger obras femeninas de todo género, especialmente obreras; representar a la mujer española ante la opinión y los poderes públicos, recabando de estos y de los patronos el cumplimiento de los deberes de justicia y caridad cristiana en cuanto a la jornada laboral, salario y demás condiciones del trabajo; vigilar el cumplimiento de las leyes sociales referentes al trabajo de mujeres y niños, procurando su perfeccionamiento; defender el derecho de la mujer a intervenir en la solución de los problemas que le afectasen, buscando su representación en organismos como Cámaras de Comercio e Industria, Instituto de Reformas Sociales, así como el amplio ejercicio de los derechos de ciudadanía de las mujeres, además de imponer en la sociedad el respeto a las mismas.
Un programa que se complementaría con el del Grupo de la Democracia Cristiana, surgido un mes después con el apoyo de Guisasola. Este Grupo tenía el objetivo de poner al catolicismo español al nivel del italiano o el belga, punteros en Europa por su compromiso social, e incluía la petición de voto para las mujeres, una reivindicación del catolicismo social pionera en España, que no se realizó hasta la llegada de la República. Cuando en la década de los años veinte sean nombradas las primeras mujeres concejales en España, la mayoría, como fue el caso de Toledo, provendrían del movimiento católico femenino.
Supongo que este recordatorio puede ser un auténtico descubrimiento. Y es que la historia, como la vida, ‘te da sorpresas’.