Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Pasión y resurrección

13/04/2022

Con la primera luna llena de primavera, el espléndido resplandor del catorce de Nisán, regresa, en su cíclico acontecer, la Semana Grande, la Semana Santa, las fiestas de Pascua. Una Semana Santa, si cabe, especialmente deseada, pues ha dado marchamo definitivo a la vuelta a la normalidad, no a 'nuevas normalidades' impostadas y artificiales, sino al acontecer cotidiano, a la rutina inesperadamente alterada por la irrupción de la pandemia. Una Semana Santa que, tanto para creyentes como para amantes de las tradiciones culturales, supone recuperar el esplendor de unos días en los que la fe, la devoción, la cultura popular con sus múltiples expresiones, engalana, embellece nuestras calles y plazas, nuestros templos e incluso, con la gastronomía propia de estas fechas, se cuela, en forma de torrijas, potajes o monas de chocolate, en nuestras casas.
Toledo, 'nuestra Jerusalén, nuestra Roma' -Daniel Gómez Aragonés dixit- con el dédalo intrincado de su entramado urbano, se convierte estos días en un marco único para evocar los últimos días de la vida de Cristo, los dolores y sufrimientos de su pasión, la alegría desbordada y teñida de renacer primaveral de la Resurrección. Siempre hermosa, estos días rebosa arte, belleza, con el lento transitar de las imágenes sagradas, envueltas en las vaharadas de incienso, mientras la oscuridad de la noche es eclipsada por las velas, faroles o antorchas de los penitentes. Tras el obligado parón de estos dos años, hermandades y cofradías vuelven a recorrer con sus venerandos titulares las calles, llenándolas de fe, devoción, música que deviene oración, agradecimiento, petición. Pocos lugares invitan tanto al recogimiento, elevado al cielo en plegaria emuladora de la aguja de la Catedral Primada, que, nívea y transfigurada, rasga el oscuro azul de la noche toledana, palio primoroso tachonado de blanco aljófar.
Una Semana Santa que renace con ímpetu. El Viernes de Dolores de nuevo la Soledad iniciaba su camino del Calvario, Vía Matris de dolor desgarrador, acompañada por la oración silenciosa de las mujeres toledanas, arrancando así los cortejos procesionales, que este año nos han traído la novedad de la procesión del Nazareno de Santiago del Arrabal, trasladada desde la madrugada del Viernes Santo a la tarde del Sábado de Pasión. En el rojizo atardecer toledano, la hermosa imagen ascendió hacia Zocodover, y, como si de nuevo penetrase en la Ciudad Santa, de regreso a la parroquia, en bellísima teofanía, cruzó la Puerta del Sol, para, poco después, en un emotivo encuentro, saludar a su madre, la Virgen de la Estrella. De este modo, la Semana Santa de Toledo ha conseguido tener recorridos procesionales en las calles todos los días. Sólo resta poder celebrar, en la mañana gozosa del Domingo de Resurrección, la procesión de Gloria que anuncie que Cristo ha resucitado, llenando de alegría y esperanza este mundo nuestro tan sumido en sufrimientos, oscuridades y dolores. Sin duda alguna, Toledo merece esa procesión.
¡Feliz y Santa Pascua de Resurrección!