Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Nutrición, Alimentación y Gastronomía

31/10/2019

No dejo de admirar el esfuerzo y la capacidad de aprendizaje de aquellos que saben, sin fallar uno, los éxitos y fracasos de los equipos deportivos o de las selecciones nacionales. Las distintas marcas y modelos de móviles en el mercado, las características de sus pantallas y de sus cámaras fotográficas y el manejo con acierto de todas las versiones más actuales de redes sociales. A mí no me resulta fácil. Debe serles de utilidad puesto que solemos dedicar más tiempo y aplicarnos en aquello que nos proporciona un beneficio, por aquello de que donde no hay beneficio la pérdida está asegurada.
No en vano nuestra época se conoce como sociedad de la información y del conocimiento, propiciada por una revolución tecnológica, aunque como diría Manuel Castells es más apropiado hablar de sociedad informacional y sociedad red porque no se conoce sociedad alguna que no se haya basado en el uso del conocimiento para progresar y sobrevivir.
Sin embargo, tras leer, con motivo del día mundial de la obesidad, los últimos resultados, publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sobre las enfermedades emergentes que afectan a la población mundial, te preguntas cuál será la razón por la que no utilizamos la información a nuestro alcance y nos empeñamos en cuidarnos peor que a nuestros móviles.  Me refiero en concreto a la obesidad y al sobrepeso que en el ámbito mundial se cobran más vidas que la desnutrición. Desde 1975 la cifra de obesos se ha triplicado, llegando en 2016 a registrar sobrepeso el 39% de los adultos, aun siendo un probado factor de riesgo para muchas enfermedades como las cardiovasculares, principal causa de muerte, la diabetes, los trastornos del aparato locomotor, algunos procesos cancerígenos, etc. Además, según la OCDE,  la obesidad es responsable del 70 % del gasto para el tratamiento de la diabetes, el 23 % para enfermedades cardiovasculares y el 9 % para oncológicos. En su conjunto suponen casi el 10% del gasto sanitario.
Lo peor es que los estudios demuestran que la tendencia irá en auge en los próximos años, a pesar de que podría prevenirse con una dieta saludable y con más actividad física, puesto que en la mayoría de los casos se debe a un desequilibrio entre las calorías ingeridas y gastadas. Esto es lo más desconcertante porque los estudios sobre la población revelan que muchos no tenemos los conocimientos suficientes para acertar a diseñar con los distintos alimentos una dieta que nos proporcione la nutrición correcta, aunque si disfrutemos del buen comer y reconozcamos las excelencias de la gastronomía.
No se trata de que sepamos cuál es el insecto de metamorfosis hemimetábola que más afecta a los alimentos, ni el efecto de la glucosilación no enzimática de proteínas en los productos lácteos, ni si el cardo es de la familia Asteraceae, ni como se degradan los ácidos grasos en metabolitos. Es tan sencillo como saber cuáles son nuestras necesidades nutricionales y aprender a conocer el origen y la naturaleza de cada alimento para saber lo que nos proporciona.