Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


El poder de la literatura

27/02/2023

He tomado prestado el título de la lección magistral de nuestro añorado Pedro Cerrillo en la apertura oficial del curso universitario español 2014-15, que tuvo lugar en el campus de Toledo bajo la Presidencia de los Reyes de España.
En su intervención, el conferenciante reflexionaba sobre cómo, en muchas ocasiones, la literatura ha sido instrumento para moralizar o adoctrinar a la infancia y la adolescencia pero, subrayaba, han sido finalmente los lectores quienes, con el transcurso de los años han perpetuado unas lecturas y arrinconado otras. Se preguntaba: ¿Quién se acuerda hoy de 'La buena familia', libro escolar de lectura y buenos modales que durante tantísimo tiempo se utilizó para trasmitir a las niñas españolas un modelo de mujer discriminada y sumisa?
La censura de la literatura puede venir tanto del poder instituido como de la presión social que, invocando presuntas ofensas raciales, religiosas, físicas, etc. pretenden eliminar o modificar los textos. El discurso de aquel día, que siempre ha estado presente, cobra mayor relieve, si cabe, cuando los editores ingleses de las obras de Roal Dahl han llevado a cabo una revisión de algunos de sus libros alterando pasajes de la escritura original relacionados con el peso, la raza, la violencia, la salud mental o el género de forma que se suprimen expresiones como gordo o feo referidas a personajes del libro 'Charlie and the chocolate factory'; al igual que se han cancelado los colores blanco o negro; por ejemplo, en otra obra  'Fantastic Mr. Fox', se mutila la descripción de unos tractores ('las dos máquinas eran negras') por posible racismo subliminal o, como recordaba Pedro Cerrillo en su intervención, «James y el melocotón gigante de Roal Dahl fue censurado en diversos países con el argumento de que podía favorecer el ejercicio de la violencia y de que usaba un lenguaje inapropiado para los niños».
Salman Rushdie, ejemplo palmario de persecución por su literatura, ha resumido la cuestión: Dahl no fue un ángel pero esto es censura absurda. Y la censura no solo la han impuesto históricamente los poderes públicos, hay también censura estimulada por fundamentalistas que, actuando como policía cultural, se convierten en guardianes del pensamiento lo que nos conduce a preguntar quién está legitimado para determinar lo que es ofensivo. En el siglo XIX Bowdler publicó al menos nueve ediciones con el título 'La familia Shakespeare en un volumen' «en el que nada se ha añadido al texto original salvo omitir las palabras y expresiones que no pueden ser leídas con propiedad en voz alta en familia».  La censura estatal es sustituida por la exigencia de un lenguaje 'correcto' en el que se empleen palabras neutras y neologismos incluyentes. Pero la defensa de un planteamiento de respeto al otro, a su diversidad, debe hacerse sin poner en juego la creatividad artística y aquello de lo que ésta es manifestación, la libertad de pensamiento.
Una edición correctora de los vocablos para que las obras literarias se acomoden a las nuevas sensibilidades es una amenaza contra el pensamiento crítico. La literatura es el escenario de la libertad intelectual, por eso, no debe ser alterada o falseada. Las ideas que no nos gustan deben ser rebatidas con otras ideas, no impidiendo a otro expresarlas. Tratar de proteger a los lectores infantiles y juveniles de estereotipos étnicos, de género, sociales o culturales que aparecen en los libros es desconocer el poder de la literatura porque el mismo libro puede tener efectos muy diversos sobre sus lectores, puede seducirles o repugnarles, puede convencer al lector o puede desacreditar al autor; puede, en definitiva, adoctrinar o, por el contrario, alejar de ideas que se quieren inculcar.