Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Cuando nada hay para ofrecer

30/04/2021

Cuando en la cabeza solo hay ansias de poder. De poder para poder, para disfrutar de posición, para subir en la escala social, para ejercerlo contra alguien… Cuando el poder que se persigue no tiene como fin la mejora de la sociedad, cuando no se persigue el bien de la comunidad en la que se detenta, cuando no se tiene nada que ofrecer porque nada se sabe ni nada se es, surgen estas campañas políticas en las que no hay otra cosa que el fomento del odio al otro, del temor al otro, del envilecimiento del otro.
Cuando en las campañas políticas se hace uso sistemático y casi exclusivo de estas muletillas, siempre negativas, es porque se carece de proyecto atractivo, es porque no se tiene la convicción de poder ofrecer un futuro mejor, es porque el bagaje que se arrastra carece de todo lustre. Esas carencias obligan a evitar que se confronten ofertas para el futuro y realidades alcanzadas. Es cuando se ven obligados a poner el énfasis en la supuesta perfidia ajena para evitar que se fijen en las vergüenzas propias.
Hay personas y organizaciones que son capaces de cualquier cosa con tal de evitar que lleguen al gobierno los ‘enemigos’, porque para este tipo de seres quienes osan poner en peligro el poder que ostentan no son adversarios políticos, no son personas con otras ideas, son simplemente enemigos a destruir.
Este tipo de seres, carentes absolutamente de moral y ética, por más que presuman de lo contrario, son capaces de aliarse con cualquiera para conseguir el poder; son capaces de prometer una cosa y hacer la contraria sin ruborizarse; son capaces de destruir el sistema democrático, con tal de perpetuarse en los cargos y lo son también de inventarse y colgar sobre los adversarios los sambenitos que sean precisos para conseguir su particulares fines, voceados como al servicio del pueblo y ejercido en beneficio propio.
El uso de los episodios de amenazas, balas y cuchillos supuestamente ensangrentados, atribuyendo estos hechos a los partidarios de otro signo político, demuestran, cuando menos, esta carencia de oferta atractiva. Seguramente estas supuestas amenazas, como ya se ha descubierto en la de la mini navaja con tinta china, no pasen de ser la acción de algún enfermo o de algún impresentable a los que habrá que aplicar la ley. La forma en que estos sucesos se pretenden aprovechar para conseguir rentabilidad electoral, producen la consecuencia inevitable de provocar la sospecha de que sean ellos mismos sus autores. Porque, lógicamente, al autor de un delito hay que buscarlo en primer lugar entre aquéllos a quienes el delito beneficia.
No creo en absoluto que estos actos tengan origen en ninguna formación política de las que concurren a las elecciones. Hechos de estos se sufren cada día en cualquier organización, cuyos actos puedan no agradar a alguien y los sufren tanto organizaciones de un signo como de otro, como se ha visto, por lo que pretender usarlo como si fuera el signo de identidad de una opción política, como está haciendo de ellos la siniestra, no va a darles ningún resultado. Es verdad que aún quedan incautos pero no tantos, y lo normal es que estos actores frustrados cosechen solo la carcajada del electorado, además de proyectar la imagen de no tener realmente nada que ofrecer.