Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Noticia de un hombre poco sensible al fuego (I)

16/10/2019

Madrid. Comenzaba el verano de 1803. Bien de mañana en casa del escritor don Francisco Antonio Zea se presenta emocionado Samuel Robinsón, seudónimo que utiliza el caraqueño Simón Carreño Rodríguez, maestro de Simón Bolívar, profesor, en esos momentos, de lenguas inglesa y española en Paris. Le acompaña un hombre de poco más de veinte años con aspecto de campesino.
-Querido don Francisco, ¡este joven es Faustino Chacón y maneja el fuego sin experimentar daño alguno! -le espeta a bocajarro, obviando preámbulos, lleno de admiración y abriendo mucho los brazos y los ojos.
Al día siguiente los dos amigos quedan citados con dos eminentes hombres de la Corte y reconocidos hombres de ciencia, para darle cuenta del hallazgo, examinar y hacer pruebas al muchacho y comprobar si era verdad los prodigios que contaba Robinsón.
Se reúnen en una fragua de Atocha con don Zenón Alonso Acosta, Caballero de la Orden de Carlos III, primer Oficial de la Secretaría de Gracia y Justicia y Consejero de Indias y don Juan Antonio Melón González, presbítero, agrónomo, Secretario de Hacienda, Secretario honorario de Carlos IV y director del Semanario de Agricultura y Artes. Samuel Robinsón tiene todo preparado.
No daban crédito a lo que estaban viendo sus ojos. Simplemente quedaron pasmados. Faustino Chacón primero puso los pies desnudos sobre un hierro ‘hecho ascua’; después caminó, una y otra vez, por planchas de hierro al rojo a paso lento; después pasó repetidas veces las manos por encima de hierros ardiendo, «hasta que perdido el calor del fuego dijo que ya estaban fríos»; vueltos a poner en el fogón de la fragua se los «aplicó muchas veces a la lengua».  ¡Y ni una quemadura! ¡Ni una mácula! No contento con esa exhibición, Faustino Chacón metió los pies y las manos en aceite hirviendo por el espacio de algunos minutos y acto seguido se lavó la cara con él y se enjuagó la boca.
- ¿Pero… no sentís nada? -Acertó a preguntar don Juan Antonio Melón aún estupefacto.
 -Solo una especie de calambre, señor. Pero no me incomoda. -aseguró el muchacho.
A los pocos días Samuel Robinsón y Faustino Chacón partían para Paris. El profesor pretende que en la escuela de Medicina los sabios franceses del momento: Hallé, Goyton-Morveau, Huzard, Chaussier, Perilne, Desyeux, Pinel y Sabatier analicen y estudien el raro fenómeno.