Francisco Javier Díaz Revorio

El Miradero

Francisco Javier Díaz Revorio


El Parlamento británico y el Brexit

06/09/2019

No es cierto que el Parlamento británico sea el más antiguo del mundo (ese privilegio queda para las Cortes de León, que datan de 1188), pero sí es verdad que su continuidad, e incluso su fortalecimiento en plena Edad Moderna, le han convertido en el principal emblema y referencia del parlamentarismo. En ese sentido se afirma a veces que Inglaterra es la democracia más antigua del mundo, ya que ha mantenido de forma ininterrumpida su institución representativa durante unos ocho siglos. Naturalmente, en ese período dicha institución ha sufrido significativas evoluciones, pero también es verdad que ha logrado mantener bastante reconocibles algunas esencias, como el vínculo más estrecho entre electores y diputados, o la misma centralidad del Parlamento. De hecho, podría decirse que una visión dinámica del constitucionalismo británico nos llevaría a definirlo como una larga lucha de poder entre el parlamento y el monarca, que finalmente, sobre todo a partir de las revoluciones del siglo XVII, conduciría a la preeminencia del primero. Por ello se llegaba a decir que el Parlamento británico podía hacerlo todo… excepto convertir a un hombre en mujer. Eso, en otras épocas, quería decir algo así como que podía hacer todo menos lo imposible. Hoy, que esa ‘conversión’ es posible, parece claro que sí la podría hacer el Parlamento británico…
 El caso es que, en la actualidad, el Reino Unido es una monarquía parlamentaria plena en la que el monarca carece de un verdadero poder de decisión política, ya que el poder ejecutivo recae en el Gobierno encabezado por el primer ministro. Pero la centralidad del parlamento se mantiene. Por ello es tan importante su intervención en todo el proceso del Brexit, y por eso, su negativa a aprobar todas y cada una de las opciones propuestas por la anterior primer ministra Theresa May acabaron con la caída de esta. Y por la misma razón, me parece enormemente grave el intento de Boris Johnson de bloquear la actividad parlamentaria por la vía de modificar su calendario e impedir sus sesiones durante algunas semanas claves para el proceso. Aun cuando los jueces, al menos en una primera instancia, han declarado la legalidad de esa medida, y aun cuando esta se haya tratado de justificar en otras razones, desde el punto de vista de la preservación de la separación de poderes y del papel que corresponde al legislativo, no deja de resultar un importante quebrantamiento. Es verdad que en todo este proceso el Parlamento ha mantenido una actitud de rechazo a prácticamente todo lo que le han propuesto. Pero aun así, la democracia exige que la forma en que deba producirse el Brexit no pueda determinarse sin la aprobación de los órganos que representan la soberanía popular.