Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Están ahí

08/03/2020

Me lo van a permitir, pero una de las mujeres trabajadoras que más idolatro es a mi propia madre. Seguramente también me deje llevar por el sentimiento umbilical -como cualquiera que hablase de su progenitora- aunque aseguro que en ella, en su historia de lucha, en su empeño por conciliar las interminables horas de invierno, primavera, verano u otoño, de sacar adelante cuatro hijos y el negocio familiar, los abuelos, las apreturas, otras veces la gestión de pequeñas holguras, veo a cientos y cientos de heroínas que conozco.

   El camino recorrido por Carmen, referencia femenina de mi vida, me permite valorar con mejor perspectiva los progresos logrados entre todos para acercarnos -un siglo nuevo después- a una igualdad más palpable, a pesar del largo trecho que nos queda para que sea real y efectiva.

    Y en ese reto, pienso en tantas herederas de la lucha que son de mi generación o incluso más jóvenes que han recibido el testigo para hacer más grande la misión como trabajadoras, como jefas de explotación, como cotitulares o socias de cualquier cooperativa, o como presidentas de industrias y sociedades, como personas -al fin y al cabo- con los mismos derechos.

   Carolina por ejemplo es una ingeniosa ganadera, autónoma, con vacuno de carne en Los Yébenes y en el Valle de Alcudia que explora los canales cortos de comercialización para quitarse intermediarios. Pilar es productora de leche manchega en Argamasilla de Alba que, junto a su pareja, saca adelante la explotación de ovino con una energía inagotable, ni siquiera en los años tan malos que ha sufrido el sector. Nuria es ingeniera y experta en Política Agraria y coordina los servicios técnicos de una importantísima agrupación regional asesorando a tantos productores cooperativistas y ayudando a muchísimas personas que empiezan de cero (…lo que se pierde la política). Juani es un pilar para la buena gestión del grupo Oleotoledo, María pieza clave del marketing de Montes Norte. Laura es una joven y creativa enóloga en Villafranca de los Caballeros e Inés la mejor administrativa que conozco en la cooperativa vitivinícola de Herencia, y líder de la comisión de los jóvenes de la región. Quica es empresaria de esencias con premios de toda índole, Isabel es la periodista de la Confederación del Guadiana, y Blanca, María José, Esther, Anabel, Patricia, Inma o Rocío, columnas vertebrales de las mejores ideas del edificio de Asaja en Toledo, Albacete, Cuenca, Guadalajara y Ciudad Real.

   Mado produce los moniquís más sabrosos de Tobarra y a la vez lleva los papeles de los regantes de la cabecera del Segura, y Elisa, Lola o Teresa cabezas visibles de la lucha sindical feminista en favor de la mujer rural. Guadalupe, como agrónoma, tiene su propia empresa de asesoramiento vegetal y Sonia es una entusiasta veterinaria que en cada saneamiento predica la paz y el bien como buena franciscana, insuflando la ilusión que hoy necesitan jóvenes incorporadas como Elsa en el campo de Calatrava para que no abandonen. Pepa lleva el control lechero en Talavera de la Reina y allí mismo, Ana María, ha asumido el volante del gran concesionario que un día montaron sus padres.

   Todas representan para mí el empuje y la fuerza de esa savia que recorre las venas de nuestro campo, de un sector moderno, no exento de dificultades, agravios y brechas inasumibles.

  Están ahí y aunque escribamos leyes para propiciar que sean tenidas en cuenta, redactemos resoluciones con discriminación positiva para animar a que otras den un paso al frente, impulsemos estatutos para incentivar su presencia en órganos de dirección de consejos rectores, seguro que todos podemos hacer más por la causa, sin giros, excusas, rodeos y de una forma natural.