Querido amigo: este es un texto escrito desde la sensación desolada de un escenario que se derrumba, de una época que desaparece y de unos actores que se diluyen. Creíamos, ilusos, que tú te librarías del desastre, que no existían elementos conocidos que pudieran acabar con tu pasión por la vida. El final, lo sabemos, forma parte de leyes de la entropía que rigen el mundo, aunque consideremos que nunca es momento para ningún final. ¡Quedan siempre tantas cosas por hacer, tantas ideas que pensar, tantos proyectos que realizar…! Pasaste de un diagnostico terrible a una esperanza posible. Traslucías confianza en ti y optimismo en los que te trataban, así que había que planear maneras de enfrentar lo que podía ser nocivo para la ciudad y para la sociedad. Y lo hacías por el humano sentido que compromete a todos con el progreso del entorno que habitamos. Algo que no gusta ver en su dimensión altruista. Los mediocres entienden que, cuando alguien quiere mejorar la sociedad, aspira a una satisfacción personal. Decían que querías no se sabe qué. Una medalla de algo, un reconocimiento inocuo. Es lo habitual en una época en la que todo se mezcla y se confunde. Quienes tales cosas dicen o piensan lo hacen en función de los parámetros ácidos de sus miserias. Les molestan quienes buscan el bienestar colectivo con la confianza de dejar huella en el lugar en el que se vive. A ti los honores de nada te servían, ellos utilizan sus subterráneas descalificaciones para tapar con trapos sucios sus incapacidades cotidianas. Quienes te conocían sabían de tus valores, de tu concepción ecuménica del mundo y de los individuos.
Me cogió la noticia de tu fallecimiento, veleidades del azar, en las ruinas de la fenicia Byblos y sentí que algo, como un encaje sordo, se producía en aquel lugar mítico al borde del mar violáceo de Homero. Como si tu alma se hubiera incrustado en el núcleo brillante de una estrella para ti preparada por un creador al que tú ponías nombre. Solo fue un temblor imperceptible, mientras se producía una perdida inenarrable para los familiares y una baja en el batallón de quienes con la razón y la pasión intentan dejar una herencia que sirva para no vivir la vida que tú viviste. Pocos saben de los esfuerzos para subir un peldaño cuando se parte de un suelo muy bajo. Pocos saben lo que cuesta alcanzar el infinito.