Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


La paradoja

30/03/2020

Una paradoja, del latín paradoxus -que a su vez tendrá el origen en la lengua griega-, es una figura retórica que consiste en la utilización de expresiones que envuelven una contradicción. Esto quiere decir, más allá de las condiciones contradictorias, los factores presentados resultan válidos, reales o verosímiles.
Aunque está claro que existen muchos tipos de paradojas, habría que centrarse o, por lo menos yo así lo hago, en aquellas que están en función de su veracidad y por otro lado, las que se ordenan en base al área de conocimiento en el que se utilizan o desarrollan.
Y supongo que aquellos que me leéis, diréis que a cuenta de que viene ahora la utilización de este término para una reflexión de Cáthedra Libre. Muy claro lo tengo.
La dichosa pandemia del Covid-19 nos ha traído muchas paradojas, pero hay una en la que quiero invitar a la reflexión, tal vez, por lo que puede suponer.
Son muchos los días en los que -familiarmente- vamos a estar recluidos en nuestros domicilios compartiendo tiempo constante, situaciones de encuentros y desencuentros, valoraciones personales, reflexiones sentimentales, acciones de rutina, provocaciones coloquiales, etc., entre las parejas de hecho y derecho. Muchos momentos, en los que parejas bien avenidas o parejas mal avenidas no tendrán más remedio que compartir espacio, hogar, servicios y usos, a veces en hogares limitados espacialmente o en situaciones poco agradables o esperadas.
Y ¿cómo se va a poder llevar eso?, nos preguntamos. Ahí está el quid de la cuestión, y ahí está la paradoja. En aquellas parejas o familias, cuya armonía, buena relación o simplemente comodidad, es buena, es aceptable, es positiva, posiblemente «ruede bien el balón» si hay aceptación en los tiempos, adecuación de las «manías» y aprobación de mantener cada uno su espacio propio, llámese esposa y esposa, hijos e hijas, hombre y mujer, etc. Si eso sucede, cuando vamos a estar más de dos meses en esta situación, será una verdadera prueba de «familia ejemplar, más que feliz». Un reto que nos llevará posiblemente a un éxito.
Ahora bien, la paradoja se hace efectiva, cuando esa familia, pareja o grupo, no tiene buena relación, consentida a desgana, provocada por necesidad, o aceptada por legalidad, ¿cómo se marcarán los tiempos y espacios en ese hogar? Y ahí, la respuesta me resulta delicada y sin adecuada solución, porque será una «posible bomba de relojería» si los adultos no adecuan sus mecanismos de defensa para poder hacer normal la anormalidad.
Pero no hay duda, que son claves la respuesta que en un caso y en otro, se puedan dar a estas dos palabras: la incertidumbre -por su peligro-, al no saber cuándo y cómo puede acabar esto; y la ansiedad -generada a veces por la angustia en el mecanismo de defensa-, si no encuentras la necesaria rutina en la que hay que entrar para cumplir el paso del tiempo, ejerciendo actos o acciones necesarias, mental y físicamente, en las que todo ser humano -acostumbrado a vivir de la manera que hasta ahora hemos hecho-, va a tener que aceptar un modelo inesperado, impensable, inadecuado para sus mecanismos de defensa y vida. Ahí, sin duda, estará la inteligencia -llámese así o la llamemos lógica- de cada uno de nosotros.
Y habréis visto que no he hablado ni un ápice de la gran palabra romántica de ‘Amor’, que si enfoco la reflexión de esta otra manera, ¡Dios mío, qué será de nosotros!
Y es que, las paradojas también son ideas opuestas a la opinión y al sentir habitual de las personas, ¿o no?