Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Oxímoron

27/10/2019

Lo he buscado en el diccionario. Si no, capaz soy de escribirlo con hache, con ese y sin acento. También queda bien (hosimoron) e incluso, si fuera locutor de alguna tele progre podría decir que es un «hosimoron de perfecta gramática». ¿No dicen que en Cataluña se han producido lanzamientos pacíficos de bolsas de basura a la policía y, con igual pacifismo, se han saqueado tiendas?
Me gusta esta palabra. Define perfectamente a nuestra sociedad, porque, con independencia de su valor como figura literaria, describe la absoluta contradicción en que nos movemos continuamente para no llamar a las cosas por nombre o disimular la realidad. ¿Cómo puede haber un crecimiento negativo? ¿No será que no nos atrevemos a decir que mengua la riqueza, por ejemplo, o el empleo? ¿Cómo puede decir un ateo, cuando alguien se muere, que pasó a ‘mejor vida’? Los creyentes pueden decirlo pensando que es así realmente pero quien no cree en otra vida... ¿Cómo puede hablarse de ‘discriminación’ positiva cuando discriminar es excluir por motivos raciales, de sexo…? Pues  ya hasta nuestra Real Academia.
Esta forma de expresarnos, queriendo ocultar la realidad es una demostración de nuestro primitivismo-infantilismo. Igual que el hombre primitivo pintaba  piezas de caza creyendo que con ello favorecía su captura, o el adolescente pinta corazones atravesados por la flecha de Cupido con su nombre y el de su amada, ansioso de conquistarla. De la misma forma esta infancia-adulta que rige nuestros destinos,  piensa que cambiando las expresiones,  transforma la realidad y cuando no somos capaces de enmendar   lo tangible, puerilmente lo cambiamos de nombre.
Muchas veces se instalan en la sociedad ideas como valores absolutos sin serlo y, para no contravenir este absolutismo, tenemos que hacer la pirueta del oxímoron. ¿Alguien se atreve hoy día a decir que es intolerante, como no sea referido a algún alimento? Sin embargo, por mucho que nos guste presumir de tolerancia, hay conductas con las que no podemos identificarnos y para no enfundarnos la intolerancia y rechazar lo que es rechazable nos inventamos, por ejemplo, la ‘tolerancia cero’, que es una contradicción en sí misma, pero de esta forma, podemos seguir siendo tolerantes y rechazar la violencia, por ejemplo.
El problema es que con estas añagazas y otras,  acabamos por consagrar verdaderos disparates, porque no nos atrevemos a sostener que algo es absolutamente rechazable y a base de relativizar acabamos por abdicar de los principios. Es el caso del dichoso ‘diálogo’. En principio nadie sensato puede sostener que si algún problema se puede resolver dialogando no se haga ¡faltaría más! Pero en muchas ocasiones quién nos pide resolver mediante el diálogo lo que realmente está pidiendo es que abdiquemos de principios que deben ser básicos.  
Cualquiera que haya visto los episodios de estos últimos días en Cataluña, si no tiene la mente muy contaminada, convendrá en que ha sido un atentado a la razón. La forma de ‘dialogar’ de estos ‘pacifistas’ incendiando todo lo que se les venía a la mano no admite más que una condena contundente. Sin embargo, ahí tenemos a algunas organizaciones de empresarios catalanes escondiéndose detrás del dichoso diálogo para no pronunciarse contra los desmanes, es decir, otra forma más de cobardía a la hora de defender lo que debe ser defendido sin ambages. Menos mal que la ‘paralítica acción’ de Pedro Sánchez nos sacará del atolladero…