Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


Maldita inercia

23/07/2021

Hay pocas cosas tan difíciles de gestionar como la inercia. En febrero de 2020, la inercia arrastró a un montón de gente sensata que repetir que el Covid-19 era poco más de una gripe. En julio de 2021, la inercia va en sentido contrario y está llevando a otro montón de gente sensata a afirmar que estamos viviendo una quinta ola de proporciones dantescas y gravísimos efectos, razonamientos que les lleva a defender nuevos toques de queda, la vuelta de las mascarillas en la calle y los confinamientos selectivos.

Que tras la ‘gran relajación’ subiría la incidencia, sobre todo entre los más jóvenes, no solo era previsible, sino que había pasado ya en países como Chile o Israel. También era previsible -y estaba testado en otros lugares- que con el avance de la campaña de vacunación, el monstruo del coronavirus se iría quedando sin dientes. Es cierto que aún tiene energía para cobrarse víctimas mortales y para mandar a la UCI a cientos de personas, pero no justifica -como pretenden algunos- devolvernos a las situaciones de excepción, al pánico y la angustia. Menos después del año y medio que llevamos.
Es cuestión de semanas, de meses como mucho, que quede protegida cualquier persona que se lo haya propuesto. Y tampoco vamos a renunciar a nuestra libertad para proteger la salud de quienes no hayan querido hacerlo. Es verdad que incluso entre los vacunados hay contagios severos, pero eso también era previsible y ocurre con todas las enfermedades. Durante años será un riesgo cotidiano asumible, como hay tantos otros. Tampoco te asegura nadie que vayas a llegar vivo a casa cuando te subes al coche.
Estamos, en realidad, ante un vaso medio lleno: por primera vez en mucho tiempo, somos capaces de gestionar un brote masivo y de volver a la normalidad sin que colapsen los servicios sanitarios. Por primera vez en mucho tiempo tenemos le vamos ganando al virus y sus variantes. Y por más que nos empeñemos, en este proceso no hay grandes méritos ni grandes deméritos políticos.