Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Calles vacías

19/08/2020

Es probable que hayan tenido la misma sensación en estos días. Basta caminar por la Calle Ancha, la Trinidad, o Santo Tomé. Por no señalar otras menos habituales. Poca gente por ellas, en algunos momentos nadie. Una distopía de Amenábar. Las, en verano, habitualmente abarrotadas calles toledanas, están vacías. Quizá el fin de semana se puede observar algo más de animación, pero nada que ver con lo que solíamos encontrar.

La Covid_19 ha supuesto, además de la terrible catástrofe humana de muertos y afectados, un tremendo mazazo para el turismo. Ese turismo que, en el plano teórico, algunos señalaban como un lastre para España, considerando despectivamente que no se puede ser “un país de camareros”, ahora se añora ante la desoladora realidad de tantos puestos de trabajo que, o están en el aire, o se han perdido irremediablemente. Es imposible caminar sin dolor ante tanto cartel de “se vende” o “se alquila” en negocios hace unos meses florecientes. Un aviso de lo que aún está por llegar en el próximo otoño.

Estamos en una crisis sin paliativos. Sanitaria, económica, institucional y social. Pero crisis, en griego, tiene la acepción de juicio y elección. Si somos capaces de afrontarla correctamente, puede ser una oportunidad extraordinaria de transformación y renovación. Porque las calles antes atestadas de Toledo también nos hablaban de un modelo turístico que se estaba haciendo insostenible y que muchos veíamos necesario cambiar.

Pero no sólo el modelo turístico. Las calles vacías no lo están sólo de visitantes. Están vacías de vecinos, que poco a poco han ido abandonando el centro histórico, relegado, en gran medida, a lugar de vivienda de personas mayores que, por el arraigo, no se marchan de un espacio cada vez más hostil. Porque el centro (lo siento, lo de casco no me gusta nada) se está volviendo cada día más inhabitable, con menos servicios, con un pequeño comercio que cede el paso a tiendas de supuesta artesanía local donde se puede adquirir la misma cerámica que en Estambul, con espacios bloqueados por hordas de turistas que, presurosos, corren a la catedral porque a la tarde deben estar en Segovia, Ávila o en ambas. Un centro que, cada vez más, se va asemejando a un gran parque temático o se va transformando en un inmenso museo arqueológico, lleno de restos insignes, pero privado de vida. Hay que devolvérsela urgentemente. Cuando la población de Toledo no sólo no tiene perspectivas de crecimiento, sino que lo más probable es que se pierdan habitantes ¿tiene sentido seguir construyendo nuevos barrios mientras en el centro hay tantas casas vacías, y en los barrios de los anillos inmediatos, como Corea o los Bloques, va a empezar a ocurrir lo mismo?

La pandemia nos ha mostrado la cruda realidad. Podemos cerrar los ojos, esperando que pase el temporal, o aprovechar la oportunidad para plantear qué tipo de turismo queremos y qué modelo de ciudad deseamos.