Aurelio Martín

LA COLUMNA

Aurelio Martín

Periodista


Reconstrucción social

12/10/2020

La pugna política que se vive en medio de una pandemia sin precedentes en los últimos 100 años está impregnando en la sociedad hasta tal punto de que provoque un resquebrajamiento de la convivencia con consecuencias nada deseables, ojalá no sea así. El episodio de enfrentamiento entre la Comunidad de Madrid, respaldada por la oposición de los populares a nivel nacional, y el Gobierno central ha sido el último episodio, pero también el más notable, donde se ha lanzado a unos contra otros, a quienes prima los intereses económicos y aquellos que apuestan por la salud, encontrándose ambos con una situación tan confusa que lo único que se ha sacado en claro es que los ciudadanos caminen entre el desamparo y recurran a sus trincheras en ambos bandos, perdiendo la confianza en cualquier mensaje que se les pueda lanzar.
Nunca debió ocurrir lo que hemos vivido en los últimos días, donde un ejecutivo autonómico nunca creyó en unas medidas sanitarias, olvidándose de citar en sus argumentos jurídicos la Ley Orgánica de Salud, motivo por el que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid las rechazó, escondió la cabeza debajo del ala, como el avestruz, y provocó la intervención del Gobierno central que preside Pedro Sánchez declarando el estado de alarma, pero, a la vez, haciéndole responsable de aquello que puede ser antipopular, como es un confinamiento. Castilla y León tiene confinadas a ciudades como León y Palencia con respaldo legal. 
Madrid, siempre tierra solidaria y de acogida de emigrantes de otras comunidades, tiene unos datos de afectados por el coronavirus más que preocupantes, también es la autonomía española con más habitantes, que es lógico que traten de salir de la gran ciudad aprovechando un puente festivo. 
La salvaguarda de la salud no es solo un asunto único de Madrid sino de otros muchos territorios próximos, que ya conocen el doloroso efecto de la movilidad en marzo pasado. Casi solo se puede entender desde la ironía que la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, mascarón de proa de su partido, critique la decisión del Ejecutivo de Sánchez pero, a la vez, pida a los madrileños que no salgan, lo mismo que el alcalde de la ciudad, José Luis Martínez Almeida. 
A todas estas deslealtades institucionales que sirven de guion para una película de buenos y malos, aunque interpretada a juicio de quien la visione, aparecen las convocatorias en la calle de la ultraderecha basadas en el insulto y, cómo no, haciendo uso de la palabra libertad, aquella en la que nunca creyeron, mezclada con banderas nacionales, himnos y nostalgias, ni en los momentos más estelares del presidente  Donald Tump, cuyo rápido restablecimiento en plena campaña electoral deja boquiabiertos a muchos. 
Es imprescindible llegar a un pacto de reconstrucción social, que los representantes políticos se encierren, lo trabajen y no salgan hasta que no lo hayan conseguido, porque para fiascos ya vimos el encuentro entre Díaz Ayuso y Sánchez.